Cuarenta años llevaba pendiente la visita a Cuenca de José Ignacio Lapido, guitarrista y compositor de la mítica banda granadina 091. Los azares del destino, siempre caprichosos, no quisieron que ninguno los ocho discos con los Cero, ni tampoco sus ocho discos en solitario tuvieran su parada en esta ciudad. Lapido es, en cierto modo, ese “Faulkner” particular por el que siente verdadera devoción una ciudad que ha enviado sus embajadores a los cientos de conciertos del “poeta eléctrico” para pedir su visita.
Finalmente, las circunstancias, y la perseverancia de los “devotos lapidianos”, dieron sus frutos y Lapido ofreció un miniconcierto acústico sorpresa tras su intervención en la jornada de clausura del IV ciclo de “¿Malos Tiempos para la Lírica?”, organizado por el Seminario Permanente de Estudios Contemporáneos (SPEC-UCLM) y Babylon Festival.
La exposición “Pensar un árbol” de José María Lillo que se expone en la Iglesia del convento de Carmelitas, sede de la Fundación Antonio Pérez, puso el telón de fondo para una jornada realmente memorable para los algo más de sesenta participantes que pudieron asistir a una sesión que contaba con una importante limitación de aforo, por lo que la organización decidió no anunciar la actuación tras la conferencia. Entre el público, reconocidos lapidianos de la ciudad, pero también seguidores llegados de otras ciudades que acudieron a esta singular cita, en la que hubo momentos para el recuerdo de los que ya no están, como Juan Antonio Hernández, la Liebre, que allá por principios de los ochenta fue “responsable” de extender la pasión por el grupo granadino en la ciudad.
Un encuentro que comenzó antes de la hora prevista, con aforo completo, con la intervención de Eduardo Higueras para dar paso a la esperada intervención de Lapido que comenzó reconociendo la deuda que tenía con una ciudad a la que le une una “historia de amor platónico que se ha consumado hoy”. A continuación, desgranó su trayectoria artística ligándola al contexto social y musical en el que se ha desarrollado. Ocho discos con 091, otros ocho en solitario, dos discos de homenaje, varios documentales, cientos de entrevistas, el magnífico libro “Conversaciones con Lapido” de Arancha Moreno o el ensayo sobre su letras “En cada lamento que se hace canción” firmado por Jordi Vadell, solo habían hecho que acrecentar las ganas de escuchar esas historias en la voz del protagonista.
Una historia de rock que comenzó con la pregunta esencial sobre la que pivota toda su trayectoria, ¿qué hizo que un joven nacido en los sesenta en Granada soñara con comprarse una guitarra e hiciera todo lo posible por dedicarse al rock?. Esa mezcla de azar, afán de imitación e inconsciencia que llevó a un adolescente granadino a tomar este camino y no cualquier otro.
Hubo tiempo para hablar de sus primeros conciertos, del inicio de los 091, del encuentro y amistad trabadas con un inglés que llevaba versos escritos en una libreta y que resultó ser Joe Strummer, de sus peripecias discográficas o de la desesperanza que llevó al grupo a su disolución en 1996. También conversó sobre la sorpresa que causó el éxito de su gira de reencuentro en 2016, tras veinte años de ausencia de los escenarios, con sus discos descatalogados y con el fenómeno del rock en retirada frente a nuevas formas de expresión musical. 091 es ya una leyenda, pues como dijeron en su día en Radio 3, “nadie sabe cuándo una banda pasa de ser veterana a convertirse en leyenda, y de ahí en mito”.
Precisamente, no quiso dejar pasar la ocasión el músico granadino para reivindicar la importancia que tuvo Radio 3 para la difusión de muchas bandas a partir de los ochenta. Una emisora que siempre supo mirar fuera de los circuitos comerciales de las grandes ciudades, dejando también espacio a sonidos y lugares periféricos, descubriendo otras propuestas musicales como la de 091. También habló Lapido de futuro, anunciando que tiene previsto publicar nuevo disco en solitario a finales del verano próximo.
Tras la conversación, la música. José Ignacio Lapido obsequió a los asistentes con un miniconcierto acústico acompañado únicamente por la mítica Gibson. Vestido de negro rock innegociable, Lapido por fin cantó y tocó en Cuenca ante sesenta personas que guardarán ese día entre sus recuerdos imborrables.
26 de noviembre de 2021. 9:15 horas. Iglesia del Convento de las Carmelitas. Fundación Antonio Pérez de Cuenca. “Creímos que alguien nos mostraría el camino / Y el camino siempre estuvo ahí / Con sus perros atropellados, sus atajos y sus precipicios / Lo aprendimos cuando ya no había vuelta”, esa fue la primera estrofa que Lapido cantó en Cuenca.
Después de “No hay vuelta atrás”, sonaron en “En el ángulo muerto”, “Con la lluvia del atardecer”, “Cuando el ángel decida volver”, “Antes de morir de pena” o “Lo que llega y se nos va”. Y cuando ya se cumplía la hora, Lapido apuro los minutos para hacer un bis, porque el tiempo sin usar es como “las cerezas sin comer, se pudrirán. Ya no queda, no queda nadie en la ciudad”. Después de cuarenta años, seguiremos pintando en las paredes “Faltan soñadores, no intérpretes de sueños”.