Cada año desde 2006 este día los hombres por la igualdad salimos a la calle para denunciar las violencias contra las mujeres. Lo hacemos porque consideramos que, en palabras de José Saramago, “la violencia machista es un problema de los hombres que sufren las mujeres”. Lo hacemos porque cada hora, cada minuto, centenares, miles de mujeres sufren de ella en todos los ámbitos: dentro de la pareja, de la familia, en el espacio público, en el trabajo, en el ocio, en las instituciones.

Lo sufren también de maneras más sutiles. Por ejemplo, a través de la publicidad que cosifica sus cuerpos, en la pornografía y la prostitución que reproducen y estimulan una sexualidad masculina basada en el dominio y la violencia. O por medio de las leyes patriarcales que dan un aura de legitimidad a la dominación masculina. Esta violencia va mucho más allá, pues, de los asesinatos, de los feminicidios, porque estos no son sino la punta del iceberg de todo un mundo de relaciones de violencia.

La violencia machista no es un problema privado, que tenga que ver con el mal comportamiento de un hombre considerado “normal” o de una víctima particular. Cada hombre que ejerce violencia contra cada mujer por el hecho de serlo tiene una responsabilidad social, porque forma parte de un engranaje que sistemáticamente oprime a más de la mitad de la humanidad. Este problema social nos interpela, pues, a los hombres en conjunto. Ejerzamos o no en este momento violencia, tenemos la obligación ética de denunciarla porque, si no, nuestro silencio nos convierte en cómplices. No valen pseudoargumentos falaces del estilo de “la violencia no tiene género” o “no todos los hombres son así”, que pretenden minimizarla, encubrirla o justificarla.

En esta época de pandemia, hemos visto como esta violencia estructural adopta nuevas formas. Hemos visto a mujeres obligadas a convivir con su maltratador, bien sea por las normas de confinamiento o -lo que es peor- por la precariedad económica. Hemos visto cerrar los prostíbulos con argumentos sanitarios y han saltado a la luz pública las condiciones de vida de las mujeres prostituidas que allí eran explotadas. La pandemia está siendo una prueba de estrés de nuestra sociedad que está haciendo emerger las desigualdades y las violencias, también y fundamentalmente las desigualdades y las violencias contra las mujeres. Porque mucho antes de la pandemia sanitaria, estas violencias ya eran una auténtica pandemia social que provocaba sufrimiento y muerte. La pandemia del machismo, que provocaba y provoca sufrimiento y muertes entre las mujeres del mundo.

Por todo esto, hoy los hombres salimos a la calle, a las redes, nos miramos a nosotros mismos, miramos a nuestro alrededor, nos dirigimos a nuestros congéneres y les decimos: “No podemos continuar así. Es nuestra responsabilidad. No podemos callar, porque el silencio nos convertiría en cómplices. Hemos de erradicar la violencia hacia las mujeres”. De hecho, ya muchos nos lo planteamos, empezamos a cambiar nuestras relaciones, muchas veces no por convencimiento, sino porque no nos queda más remedio ante el empuje de las mujeres. Otros lo hacemos por amor, pero sobre todo por responsabilidad. Porque los hombres tenemos la responsabilidad subjetiva y política de acabar con las violencias machistas. Demos, pues, un paso adelante y comprometámonos en este proyecto igualitario.

EL SILENCIO NOS HACE CÓMPLICES
EL MACHISMO MATA

Asociación de Hombres por la Igualdad de Género

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