Provengo de una familia donde las mujeres eran analfabetas, mujeres fuertes e inteligentes, mujeres capaces de demostrar su determinación sin muchas esperanzas en el futuro. Vengo de una generación de mujeres que trabajaron la tierra, que saben de amaneceres y ocasos, que tienen esa sabiduría  del apego al terruño.

Poco sabían ellas del feminismo, de la lucha por el voto, de igualdad… Aún así fueron las auténticas artífices del cambio sin saberlo, sin aprobarlo, sólo con la intuición de que algo iba mal, de que aquello no era justo.

Mientras mis antepasadas se hacían preguntas, había un movimiento revolucionario y pacifista que luchaba por la dignidad. Por la dignidad de poner en valor
el papel de las mujeres en la sociedad. Dejamos de ser brujas; queríamos ser diosas; queríamos ser iguales; queríamos ser feministas.

Hay personas que no se identifican con este movimiento. Las comprendo, es difícil sacudirse el polvo de tantos siglos de cultura patriarcal. Es complicado  ver  que durante  años y años hemos sido seres invisibles, sin historia propia, sin relato. Otras creen que ellas no están en el mismo punto de partida que el resto, que ellas se lo han currado, que esto del feminismo es una cosa de tías radicales,  #quenosonfemeninas.

A veces no tenemos memoria, nos cuesta recordar, se nos olvidan las cosas fácilmente. Todas las mujeres que somos libres ahora, es porque una “hermana” nuestra  nos brindó su lucha, nos abrió el camino, nos dio la oportunidad de reencontrarnos con nuestros derechos, de construir  nuestra propia identidad. Ellas, las olvidadas, las relegadas, las invisibles. Las que  borro la Historia.

Me emociona la gente que no se queda pasiva frente a las injusticias, que lucha para que no existan, que crea teorías liberadoras y avanzan: ese es el despertar de las mujeres en la Historia.

He aprendido que debemos defendernos, defender nuestras vidas y empeñarnos en defender nuestro futuro, “protegernos de las ideas
simplistas, la distorsión del cinismo, la contaminación del corazón” y de aquellos que creen que siempre tienen razón.

Nuestra vida no tendría que ser una lucha constante por el simple hecho de ser mujer. No tendría que ser un camino lleno de obstáculos, lleno de zancadillas, lleno de piedras… Piedras que las mujeres utilizamos para construir nuestros propios muros, escalar sobre ellos y, así, poder ascender hasta la cima de la libertad y de la igualdad.  Y para ello hemos de ir con ellos de la mano. Sin igualdad no hay democracia y cada vez hay más y más hombres a nuestro lado, compartiendo nuestra lucha, nuestros anhelos. Queremos juntos construir  un  lugar  de encuentro, de dialogo; un lugar donde vivir y convivir…  Ni más ni menos.

Es, por todo esto,  que el 8 de marzo, adquiere un valor especial, fundamental y necesario. Especial por quiénes, sin ser consientes de ello, lo propulsaron; fundamental para que el género femenino, desde la más pequeña a la más mayor, pueda caminar hacia un futuro con garantías de respeto e igualdad, para no dejar a nadie atrás; y necesario para reivindicar la mitad de la tierra, la mitad del cielo y la mitad del poder.

“Si eres una mujer fuerte,

Constrúyete. Cuídate.

Atesora tu poder.

Defiéndelo.

Hazlo por ti.

Te lo pido en nombre de todas nosotras”.

Gioconda Belli

Feliz día de la mujer

Ana Carmona Duque

Portavoz del Equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Puertollano

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