‘Sexo en NY’ en 2021: ¿y ahora qué?

El 9 de diciembre se estrena un doble episodio de And just like that…, el regreso de Sexo en Nueva York once años después de su última aparición.

La serie de éxito se estrenó en 1998, estuvo en antena hasta 2004 y, años más tarde, en 2008 y 2010, cerró el ciclo con dos películas. El reboot nos lleva a reflexionar sobre el papel que jugó esta ficción en su momento, cuando revolucionó el mundo de las series de televisión, y cómo se integra esta relectura en el momento actual.

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Los contenidos para mujeres

Desde la emisión de esta serie, el panorama audiovisual ha cambiado mucho, sobre todo la perspectiva feminista de las películas y series de televisión en la sociedad del post#MeToo. Si bien aún no se ha producido una transformación relevante, sí que se han empezado a cuestionar líneas narrativas y recursos estéticos que anteriormente entendíamos como normalizados y que socavaban la autonomía y protagonismo de la mujer en muchas historias.

Algo que siempre ha llamado la atención del espectro audiovisual es la categoría de series para mujeres, películas para mujeres o programas para mujeres. Al parecer, en esta nomenclatura aterrizan sistemáticamente todos aquellos contenidos protagonizados por mujeres al margen de su género, ya sean dramas, comedias o wésterns.

No siempre ha sido así, ya que a principios del siglo XX las mujeres cineastas planteaban la sororidad como una forma de trabajo, a modo de sindicato. En esta época, el cine era una actividad más que paritaria donde la presencia femenina abundaba tanto delante como detrás de las cámaras, una tendencia que la industria hizo desaparecer y, además, una historia que dejó en el olvido.

En 1998, Sexo en Nueva York encarnaba esta definición. Se trataba de una trama con cuatro protagonistas en la que una de ellas era, además, la narradora y conductora de la serie. Aunque se tratasen temas universales, como las relaciones de pareja, o se reflexionase sobre el amor y el sexo, el punto de vista femenino la relegó a esta categorización, a pesar de su éxito de audiencia y su fama de contenido rompedor.

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Fotograma de la serie original, Sexo en NY, con sus cuatro protagonistas.
HBO

A su favor, mujeres protagonistas de sus vidas, liberadas, debatiendo sobre el orgasmo femenino y sus experiencias sexuales en un momento histórico en el que no existían ese tipo de diálogos en la televisión. En su contra, una perspectiva que a día de hoy resultaría impensable en muchos aspectos, ya que se trataba de mujeres blancas, ricas, heterosexuales y exitosas exhibiendo el “privilegio blanco” de Manhattan.

Tampoco fue nunca idea de su creador, Darren Star, mostrar la otra cara de Estados Unidos, la vulnerable y oprimida. Ya en Sensación de vivir, a principios de los 90, cosechó otro gran éxito con el retrato juvenil de los jóvenes guapos y ricos de Beverly Hills.

En este sentido, Sexo en Nueva York ha sido objeto de múltiples críticas por su representación de una minoría irreal y adinerada y por su falso retrato del empoderamiento femenino a través de unas mujeres obsesionadas con desentrañar los misterios de sus relaciones amorosas, sexuales y afectivas en un mundo que, aparentemente, no tiene sentido sin hombres. Es cierto que, con la mirada feminista de una sociedad inmersa en la cuarta ola, una serie que a duras penas pasaría el test de Bechdel/Wallace y con un exagerado culto a la moda, al lujo y a la belleza patriarcal, no hace otra cosa que poner barreras en el desarrollo de la libertad de las mujeres fuera de estos patrones.

Pero si viajamos a la televisión de principios de siglo nos encontramos con Friends, Ally McBeal o Urgencias, y la irrupción de Los Soprano. Estas, y otras, se erigieron como emblemas de la edad de oro de las series. En estas producciones se pueden ver los mismos valores edulcorados, poco inclusivos y con un discurso feminista frívolo o inexistente, si lo miramos desde la distancia de la época actual.

En aquel momento, según el objetivo aspiracional de los retratos de la sociedad ofrecidos en Friends o Urgencias, por ejemplo, se mostraban mujeres decididas y protagonistas que se situaban un paso más allá de sus predecesoras en cuestión de autonomía y autoafirmación, pero que resultan insuficientes para la generación actual. Sistemáticamente se repetían los arquetipos de la madre (Mónica Geller lo encarnaba a la perfección) y el amor romántico como destino final materializado en la renuncia de Rachel al trabajo de sus sueños para buscar de nuevo una relación con Ross.

Por ello, que las cuatro mujeres de Sexo en NY hablasen en prime time de sus orgasmos fue una revolución aunque, debido a la generación a la que pertenecían, se debatiesen entre su empoderamiento y la añoranza del romanticismo clásico en el que habían crecido. El hecho de que las protagonistas fueran únicamente mujeres hace que la serie camine por un sendero cargado de expectativas, mientras que para el protagonismo masculino se utiliza otra vara de medir y nadie le exige a Tony Soprano que tenga unos valores más evolucionados. Supongo que no esperamos que un mafioso sea feminista…

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La amistad femenina

Tal y como propone Layla Martínez cuando expone que pensar la utopía nos conduce a imaginar mundos mejores, el hecho de que el regreso de Carrie, Charlotte y Miranda (Samantha será la gran ausente de esta nueva entrega) nos haga replantearnos si la revolución de la televisión moderna que propuso HBO con esta serie lo fue en realidad, ya nos sitúa en un mejor escenario que la sociedad de hace veinte años.

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Fotograma de la serie original, Sexo en NY, con las cuatro protagonistas.
HBO

A lo largo de sus seis temporadas y dos películas, los hombres entran y salen de las vidas de las protagonistas, pero lo que permanece inmutable es su amistad. Por eso, Sexo en Nueva York también es una historia de sororidad y una declaración de amor a la ciudad en la que se desarrollan las andanzas de sus protagonistas. En un símil más reciente están las protagonistas de Girls (2012-2017), emulando la estructura de la serie basada en cuatro arquetipos diferentes de personajes pero con menos capacidad adquisitiva en sus protagonistas, una personalidad más gamberra y un final sin príncipes azules.

También para entrar en situación nos podemos acercar a un éxito nigeriano distribuido por Netflix que explora el mundo de las mujeres ricas y poderosas en la cincuentena, Fifty (2015).

Esta nueva apuesta de HBO por traer al presente este clásico televisivo llega rodeada de expectativas. ¿Cómo ha tratado el paso del tiempo a las protagonistas? ¿Será este Manhattan el mismo de aquel lejano 2004?

Cuando empezó la serie, las protagonistas superaban la treintena. Ahora serán mujeres por encima de los cincuenta. Esto ya es un hecho insólito en una industria que no permite a sus protagonistas envejecer. Por otro lado, también resulta de interés ver si la trama y los valores de la serie han evolucionado al compás de una sociedad que ha vivido varias crisis económicas y otras tantas revoluciones pro derechos humanos y movimientos sociales en este nuevo ecosistema digital.

The Conversation

Talia Rodríguez-Martelo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.

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