La tensión entre España y Argentina ha escalado a niveles sin precedentes tras las controvertidas declaraciones del presidente argentino, Javier Milei, durante su visita oficial a España, la cual ha derivado en una crisis diplomática entre ambos países. Las declaraciones de Milei, pronunciadas en el acto de la convención VIVA 24 de Vox en Madrid, han generado un fuerte rechazo por parte del Gobierno español, llevando al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, a calificarlas como un «ataque frontal inédito» y a proceder a la llamada a consultas sine die de la embajadora española en Buenos Aires, María Jesús Alonso Jiménez.
El presidente español, Pedro Sánchez, se ha sumado a las críticas expresando que Milei «no ha estado a la altura» y ha adelantado que habrá otras «respuestas» si el mandatario argentino no ofrece disculpas por sus detractores comentarios, que incluyeron descalificativos hacia Sánchez y su esposa, Begoña Gómez. Milei, lejos de retractarse, ha mantenido una postura desafiante, proclamando en redes sociales que está «surfeando sobre una ola de lágrimas socialistas», evidenciando así la profundidad de la brecha entre los dos gobiernos.
Este incidente se suma a la serie de choques diplomáticos que el presidente argentino ha tenido desde su llegada al poder en diciembre pasado, particularmente con países de Latinoamérica como Brasil y Colombia, pero también fuera de la región, llegando a criticar abiertamente a China y a abrazar de manera más cálida las relaciones con Estados Unidos e Israel. Milei ha sido un personaje polarizador en la política internacional, criticado por su aproximación confrontativa y su tendencia a aislar a Argentina del concierto de naciones, según lo acusan desde la oposición peronista.
A lo largo de su turno en el cargo, Milei ha conseguido generar tensiones no solo con líderes de países con gobiernos de ideologías contrarias, como Lula da Silva de Brasil o Gustavo Petro de Colombia, sino incluso dentro de su propio espectro ideológico. Sus políticas han sido criticadas por figuras como el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, mientras que con otros líderes, como el de México, Andrés Manuel López Obrador, las diferencias han trascendido al ámbito personal, con intercambios de insultos y reproches públicos.
Este contexto tensado se ha visto reflejado igualmente en su política exterior, en donde ha adoptado una posición controversial respecto a no designar embajadores para países que considera dictaduras como Nicaragua, Venezuela y Cuba. Asimismo, su relación con China ha sido especialmente volátil, marcada por declaraciones despectivas y políticas que han impactado en el comercio bilateral, apartando al gigante asiático de ser el segundo socio comercial de Argentina.
En contraparte, Milei ha buscado fortalecer lazos con Estados Unidos e Israel, países a los que ha señalado como aliados preferentes desde su campaña. Su encuentro con Donald Trump y su firme apoyo a la política israelí en medio del conflicto con Gaza evidencian una inclinación hacia un bloque occidental más conservador y derechista.
La complejidad de la gestión diplomática de Milei, sumada a la reciente crisis con España, plantea interrogantes sobre la dirección futura de la política exterior argentina y sus consecuencias para la posición del país en el contexto internacional. Con diversos frentes abiertos y críticas crecientes, tanto internas como externas, el gobierno de Milei enfrenta el desafío de navegar estas aguas turbulentas manteniendo el equilibrio entre sus principios ideológicos y las demandas de pragmatismo y diplomacia en el escenario mundial.