La falta de precipitaciones en toda España en los últimos meses es notable. Una situación que parece se va a prolongar en las próximas semanas, con una primavera más cálida y seca de lo habitual.
Según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), el valor medio de las precipitaciones acumuladas desde el pasado 1 de octubre de 2021 (fecha de inicio del año hidrológico) hasta el 8 de febrero de este año es de 192 mm. Esta cifra está un 38 % por debajo del valor considerado como “normal” (312 mm) para ese periodo.
Si se compara la precipitación registrada el pasado enero con aquella registrada durante el mismo mes en los últimos cinco años, nos encontramos con un escenario meteorológico preocupante.
Menos agua en los embalses
La falta de lluvias ha causado un déficit acusado en las reservas de los embalses, que se hallan muy por debajo de su capacidad en prácticamente todas las cuencas de la España peninsular (a excepción de las cuencas internas del País Vasco y el Cantábrico oriental).
Según los últimos datos publicados por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) para la semana del 8 al 15 de febrero, la reserva hídrica en los embalses peninsulares está al 44,32 % de su capacidad total. En esa semana se ha registrado un descenso de 160 hm³, el 0,29 % de la capacidad total actual de los embalses.
Ahora, las reservas de aguas embalsadas en la península están un 13,54 % por debajo de las reservas en estas mismas fechas del pasado año 2021. La diferencia es especialmente significativa en las cuencas gallegas y las cuencas internas catalanas, donde las reservas actuales se sitúan en torno al 30 % de la capacidad total. El escenario en la mitad meridional de la península es aún más alarmante, con la mayor parte de las cuencas próximas o por debajo del 30 % de su capacidad.
No cabe duda de que estamos ante una situación hídrica excepcional, si comparamos la evolución de las reservas totales de este año hidrológico con la tendencia de los cinco años anteriores, marcada por un aumento –a veces significativo, como en enero del pasado 2021– en el volumen embalsado.
Por otra parte, la escasez de lluvias no solo provoca el descenso en las reservas de agua en los embalses. También tiene otro efecto en la disponibilidad de los recursos hídricos subterráneos, que se advertirá con mayor retardo, pero no por ello es menos significativo.
La falta de precipitación causa un descenso en la recarga natural en los acuíferos, alterando sus ciclos de recuperación del agua almacenada. A la larga, esto dará lugar a un descenso en las reservas subterráneas. Con ello, la falta de precipitaciones tiene un doble impacto en la disponibilidad de los recursos: a corto y a medio-largo plazo.
Impacto del descenso de las reservas embalsadas
Los embalses son infraestructuras hidráulicas que cumplen funciones de almacenamiento y regulación de corrientes de aguas superficiales.
Para entender la importancia que tienen los embalses y las reservas de agua en ellos, hay que considerar que las aguas superficiales suponen el 80 % del agua disponible para satisfacer la demanda, frente al 19 % de las aguas subterráneas y el 0,5 % de las aguas de desalación.
Aunque la reutilización de aguas regeneradas está cobrando importancia en los últimos años, aún representa un volumen muy pequeño. Se estima, según datos del INE actualizados en 2018, que se reutilizan 560 hm³ al año, algo más del 11 % del volumen de agua residual tratada.
El almacenamiento y regulación de las masas de agua embalsadas permiten satisfacer diferentes usos. Entre ellos se incluyen el riego, el agua potable, la generación de energía, junto a otros servicios como los ecosistémicos, la regulación de avenidas y los usos recreativos y de ocio.
El sector de uso consuntivo –el agua no se devuelve al medio donde se ha captado– que tiene una mayor demanda es el agrícola (67 %). Aunque en algunas zonas se utilicen aguas de otras fuentes (subterráneas, aguas desalinizadas y aguas regeneradas), la mayor parte de la demanda agrícola se satisface con aguas superficiales.
La demanda en el sector hidroeléctrico (un uso no estrictamente consuntivo) alcanza una cifras similares a las del sector agrícola, con un volumen total de agua en embalses hidroeléctricos que llega a casi el 70 % de la capacidad total en los embalses peninsulares (56 136 hm³). En la situación actual, con unas reservas en embalses hidroeléctricos de 9 181 hm³, la energía disponible estimada es de 4 514 GWh, solo un 37,78 % de la capacidad total de suministro energético.
Consecuencias directas para los ciudadanos
El impacto directo que puede tener en el ciudadano el acusado descenso en las reservas del agua en embalses puede valorarse si se tiene en cuenta el volumen de agua volcado a la red de distribución (lo que técnicamente se llama agua en baja).
Según los datos actualizados del INE para el 2018, el volumen de suministro a la red es de 4 236 hm³ para toda España, lo que representa menos de un 8 % de la capacidad total de los embalses. Por otra parte, la aportación de las aguas superficiales a la red con respecto a otras fuentes es variable, pudiendo haber una participación significativa de aguas de otras fuentes (subterráneas y desalación).
Además de los impactos socioeconómicos, la situación de escasez puede generar impactos graves en los servicios ecosistémicos y en la propia calidad de las aguas. Estas funciones de las masas de agua son claves, y su conservación se considera en la Directiva Marco del Agua.
Actuar frente a la sequía
Sin embargo, como casi siempre que se considera el agua como recurso, estas aproximaciones al balance de disponibilidad vs. necesidad son, por lo amplio del contexto, excesivamente simplistas. Es necesario analizar cada cuenca en particular.
Tal y como se ha expuesto más arriba, la situación de los embalses en España es muy contrastada, con varias cuencas que están al 30 % de su capacidad. Esto hace que las acciones de respuesta ante tal situación no sean uniformes, ni espacial ni temporalmente. Así, hay cuencas como la del Guadalquivir donde desde noviembre está declarada la situación de sequía por la Confederación Hidrográfica.
Dentro del Plan Hidrológico Nacional, como plan director de la gestión de los recursos hídricos en España, se contempla el desarrollo por los organismos de cuenca (Confederaciones Hidrográficas) de los Planes Especiales de Sequías, cuyo objetivo principal es “minimizar los impactos ambientales, económicos y sociales de eventuales episodios de sequías”.
Estas herramientas de gestión deben garantizar el abastecimiento a la población, evitar o minimizar el impacto negativo en las masas de agua y en los ecosistemas dependientes, y minimizar los efectos negativos en la actividad económica según la priorización de usos establecidos en la legislación y en los planes hidrológicos de cuenca.
Las respectivas confederaciones hidrográficas son los organismos responsables de identificar la situación de sequía en base a unos indicadores y escenarios, como también de implementar las acciones y medidas que, cuando la sequía llega a determinado escenario, incluyen, inevitablemente, restricciones y limitaciones de consumo.
Las sequías son fenómenos recurrentes, pero en el contexto actual de cambio climático, es necesario incidir aún más en la necesidad de que para encarar la escasez de agua, participen todos los agentes y sectores involucrados, más allá del marco institucional y normativo. Solo así podremos afrontar la sostenibilidad de este frágil recurso que es el agua, limitado y no totalmente renovable.
Javier Lillo Ramos no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.