El croissant es, sin duda, uno de los mayores placeres de la repostería. Crujiente por fuera, tierno por dentro y con ese irresistible aroma a mantequilla, es el acompañamiento perfecto para un café, un desayuno rápido o un capricho de media tarde. Sin embargo, esta icónica pieza de la repostería francesa parece haber perdido su esencia en la era de las tendencias gastronómicas. Rellenos extravagantes, versiones hipercalóricas y combinaciones que rozan lo absurdo han convertido al humilde croissant en un lienzo para experimentos que, muchas veces, poco tienen que ver con su versión original.
Pero lo más curioso no es la cantidad de nuevas versiones, sino que, según los expertos, nos estamos comiendo el croissant mal. Sí, lo has leído bien. Vamos a explorar por qué, cómo deberíamos disfrutarlo realmente, y, por supuesto, rescataremos la receta del croissant de toda la vida.
El croissant, un clásico con historia
Aunque solemos asociarlo a Francia, el croissant tiene raíces austríacas. Su historia se remonta al siglo XVII, cuando en Viena se creó el kipferl, un bollo en forma de media luna que más tarde los panaderos franceses reinterpretarían con hojaldre y mantequilla, dando lugar al croissant que conocemos hoy.
El croissant tradicional no tiene rellenos ni coberturas. Su magia reside en su delicada masa laminada, donde cada capa de hojaldre es resultado de un proceso laborioso que combina harina, mantequilla y tiempo. Es un equilibrio perfecto entre simplicidad y técnica.
¿Cómo lo estamos comiendo mal?
- Rellenos exagerados: Desde chocolate y nata hasta helados y salsas saladas, el croissant ha sido sometido a todo tipo de experimentos. Aunque estas versiones pueden ser divertidas, muchas veces saturan el sabor original y convierten este delicado bollo en una bomba calórica que nada tiene que ver con la receta clásica.
- Acompañamientos poco adecuados: Mojar el croissant en café o leche es una práctica común, pero los puristas aseguran que esto arruina su textura crujiente, que es uno de sus mayores atractivos.
- Calentarlo en microondas: Este es un error más común de lo que parece. Aunque calentar un croissant puede parecer una buena idea, el microondas destruye su estructura, dejando la masa blanda y poco apetecible. Si quieres disfrutarlo caliente, lo ideal es calentarlo brevemente en un horno o tostadora.
La receta del croissant de toda la vida
El croissant clásico requiere tiempo y paciencia, pero el resultado merece cada minuto de esfuerzo. Aquí te dejamos la receta tradicional para que disfrutes de este icónico bollo como se debe:
Ingredientes (para unos 12 croissants):
- 500 g de harina de fuerza
- 50 g de azúcar
- 10 g de sal
- 20 g de levadura fresca
- 200 ml de agua fría
- 100 ml de leche fría
- 300 g de mantequilla (muy fría)
Pasos para prepararlo:
- Prepara la masa inicial:
- Mezcla la harina, el azúcar y la sal en un bol. En otro recipiente, disuelve la levadura en el agua fría y añade la leche. Combina los líquidos con los ingredientes secos y amasa hasta obtener una masa suave y homogénea. Cubre con film transparente y deja reposar en la nevera durante 1 hora.
- Laminado de la mantequilla:
- Coloca la mantequilla fría entre dos hojas de papel vegetal y aplánala con un rodillo hasta formar un rectángulo de aproximadamente 20 x 30 cm. Enfría en la nevera.
- Primera laminación:
- Extiende la masa en forma de rectángulo, lo suficientemente grande como para envolver la mantequilla. Coloca la mantequilla en el centro y dobla la masa como si fuera un sobre, sellándola bien. Extiende con el rodillo y haz un pliegue simple (dobla un tercio de la masa hacia el centro y luego el otro tercio encima). Deja reposar 30 minutos en la nevera.
- Repite el proceso:
- Realiza dos pliegues más, dejando reposar la masa en la nevera entre cada uno. Este proceso crea las capas características del hojaldre.
- Forma los croissants:
- Estira la masa en un gran rectángulo y corta triángulos de aproximadamente 10 x 15 cm. Enrolla cada triángulo desde la base hacia la punta para formar los croissants. Colócalos en una bandeja de horno con papel vegetal.
- Fermentación y horneado:
- Deja reposar los croissants durante 2 horas en un lugar cálido, hasta que doblen su tamaño. Píntalos con huevo batido y hornéalos a 190 °C durante 15-20 minutos, hasta que estén dorados y crujientes.
El arte de disfrutar un croissant
Para disfrutar de un croissant como se debe, menos es más. Acompáñalo con un café o té, pero evita sumergirlo. Si prefieres algo más sustancioso, un poco de mantequilla o mermelada son opciones clásicas que complementan su sabor sin opacarlo.
La clave está en apreciar su textura crujiente, su interior esponjoso y su inconfundible aroma a mantequilla. Rescatar el croissant en su versión más pura no solo es un homenaje a su historia, sino también una forma de redescubrir la belleza de lo simple y bien hecho.
Así que la próxima vez que tengas un croissant en tus manos, piénsalo dos veces antes de llenarlo de ingredientes innecesarios o sumergirlo en tu café. Porque el croissant de toda la vida no necesita más que ser lo que es: un bollo perfecto.