En 2019 la Unión Europea (UE) estableció una nueva normativa para regular los productos fitosanitarios y fertilizantes con los que tratar los cultivos de plantas. Estos productos estaban regulados conjuntamente con anterioridad. En la nueva normativa, pasaron a estarlo de manera independiente debido las fundamentadas diferencias en su naturaleza y función.
La directiva UE 1107/2009 se hizo cargo de los fitosanitarios y la UE 2019/1009 de los fertilizantes y bioestimulantes agrícolas. Se puso así fin a los obsoletos y ambiguos reglamentos de 28 países.
Dada la complejidad de estos reglamentos para ser aplicados en toda la UE, han sido necesarios dos años de cadencia para que entren en vigor. Lo harán el próximo 16 de julio. Podremos decir entonces que hemos entrado en el mercado europeo único de fertilizantes y bioestimulantes.
El nuevo reglamento clasifica estas sustancias definidamente por primera vez.
¿Qué son los bioestimulantes de uso agrícola?
El Consorcio Europeo de Bioestimulantes define oficialmente los bioestimulantes de uso agrícola como productos que, no siendo fertilizantes, contienen sustancias o microorganismos que pueden estimular los procesos de nutrición y desarrollo de las plantas con el objetivo de mejorar aspectos como la eficiencia en el uso de nutrientes, la tolerancia al estrés abiótico, la calidad de los cultivos y la disponibilidad de nutrientes del suelo.
En la agricultura actual, junto al ahorro en los recursos hídricos, se tiende a minimizar el uso de fertilizantes. Estos causan graves problemas de contaminación y eutrofización de aguas subterráneas (afectan a un 23 % de ellas en España) y superficiales (un 22 %), como ríos o como el maltratado Mar Menor en la Región de Murcia.
En España, el Gobierno ha aprobado el Real Decreto 47/2022 para tratar de reducir la contaminación por nitratos en zonas con masas de agua vulnerables.
Usos y beneficios
En producción intensiva, los fertilizantes, junto a unas buenas condiciones climáticas van a determinar, en gran medida, la alta productividad de los cultivos. Siempre con la ayuda de fitosanitarios, excelentes semillas y expertos agricultores.
Los bioestimulantes, aunque poco utilizados hasta ahora, se van abriendo camino como una herramienta natural que ayuda a mejorar los cultivos. Por ejemplo, optimizan la absorción de nutrientes (abonos) y agua por las raíces. Así, contribuyen a minimizar la aplicación de abonos de nitrógeno, fósforo y potasio, muy contaminantes.
Otro ámbito de utilización es la fortificación de las plantas frente a condiciones ambientales difíciles como temperaturas extremas, suelos salinos, déficit hídrico o encharcamientos puntuales, excesos de radiación solar, etc. También pueden actuar como mejoradores de los procesos fotosintéticos y metabólicos.
Otro nivel de actuación de estos productos es su papel como estimuladores de las respuestas inmunológicas de las plantas. Las hacen más resistentes a plagas y, con ello, reducen la necesidad del uso de fitosanitarios.
Tipos de bioestimulantes agrícolas
El nuevo reglamento clasifica los preparados con propiedades bioestimulantes en las denominadas categorías funcionales de productos (CFP). Así, diferencia dos tipos:
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Aquellos constituidos por microorganismos. Aunque con una clara limitación, ya que solo son aceptados los hongos micorrícicos y tres especies de bacterias beneficiosas.
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Los no microbianos. Su origen y su composición son muy amplios y variados. Pueden proceder de extractos de plantas y de algas, también extractos naturales a partir de hidrolizados, compost, subproductos de la industria alimentaria y polímeros de nutrientes.
Solo productos con eficacia probada
La reglamentación introduce una gran novedad. A partir del 16 de julio de 2022, los fabricantes solo podrán declarar la funcionalidad de su producto siempre que haya sido científicamente probada, esto es, que ya no vale decir que “mi producto es bueno porque sí y sirve para todo”. Algo similar ocurrió con los productos bio en alimentación; todo era bio hace unos años.
En palabras del investigador Patrick du Jardin, uno de los mayores expertos en bioestimulantes agrícolas, a partir de ahora “los bioestimulantes se definen por lo que hacen, no por lo que son”.
La exigencia de emplear criterios científicos para justificar la acción biológica y funcional de un producto sobre una especie vegetal cultivada va a contribuir a una mayor transparencia y confianza en la agricultura intensiva. Todos estas sustancias van a tener que ser evaluadas y aprobadas por entidades acreditadas por cada Estado miembro. De esta forma se garantiza su composición, funcionalidad, inocuidad sobre la salud y seguridad ambiental.
Aunque es conocida la posición detractora de algunos agentes sociales frente a la producción agrícola intensiva, siendo realistas parece difícil por ahora producir las cantidades de cereales, forraje, frutas y verduras necesarias para una población mundial creciente sin utilizar técnicas intensivas. Unas técnicas que, sin ninguna duda, deben tender a ser más sensibles y respetuosas con el medio ambiente y tener claros objetivos de minimización de la huella de carbono.
Esto no va a ser fácil, pero el nuevo reglamento regula los máximos de uso de fertilizantes. Además, desde el ámbito científico, los investigadores de plantas debemos apoyar la actividad del sector primario buscando productos más naturales y efectivos encaminados a optimizar el crecimiento vegetal y su calidad. Así lo hacemos en nuestro grupo de investigación de la Universidad de Murcia desde hace más de 25 años, desarrollando bioestimulantes de origen natural para su uso agrícola.
Marino Bañón Arnao recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación: PID2020-113029RB-I00 – MCIN/AEI/ 10.13039/501100011033.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.