Madrid ha despertado recientemente con un inusual y colorido espectáculo urbano: sus calles, en particular las de Callao, Malasaña y Chueca, se han visto inundadas de carteles que exhiben palabras del argot juvenil como «funar», «salseo», «lache» y «beef». Simultáneamente, un grupo de jóvenes vestidos como dinosaurios se plantaron frente a la sede de la Real Academia Española (RAE) en una acción que ha captado la atención de ciudadanos y curiosos, tanto en las calles como en el mundo digital.
Un estudio reciente revela que más de la mitad de los españoles mayores de 40 años tienen dificultades para comprender el lenguaje utilizado por las generaciones más jóvenes, lo que subraya una creciente desconexión intergeneracional. Esta campaña, orquestada por el colectivo We Are Family, pretende precisamente abordar esta brecha lingüística que separa a las diferentes generaciones, mostrando cómo el lenguaje evoluciona constantemente y requeriría adaptaciones que permitan su entendimiento y aceptabilidad en la cultura actual. El objetivo no es otro que construir puentes y facilitar la comprensión mutua en la sociedad.
El lenguaje, tradicionalmente visto como un ente estático, es en realidad un organismo vivo que evoluciona al ritmo de los avances tecnológicos y la globalización de contenidos. La Generación Z y la Generación Alpha, sumergidas en un mundo digital, han desarrollado un vocabulario propio que plantea el desafío de si las normas lingüísticas deben permanecer inmutables o ceder ante estas nuevas formas de comunicación.
Mediante esta protesta simbólica y creativa, We Are Family busca abrir un diálogo intergeneracional sobre la evolución del lenguaje, proponiéndolo no solo como una herramienta de comunicación, sino también como un vínculo que debería acercar a las personas, independientemente de sus diferencias generacionales. El movimiento en Madrid representa el inicio de un proyecto más ambicioso que invita a una reflexión abierta sobre cómo el lenguaje impacta y moldea la sociedad en su conjunto.
Esta campaña, cargada de humor y simbolismo, refuerza la idea de que el lenguaje debe ser inclusivo y una fuerza unificadora, y no un arma divisoria. Con esta acción se espera promover un entendimiento más amplio sobre la necesidad de flexibilidad en la lengua ante los cambios sociales y tecnológicos, preparando el terreno para futuras discusiones sobre cómo abrazar esta inevitable evolución.