Mientras el mundo continúa su marcha y nuevos titulares acaparan la atención diaria, la crisis de refugiados procedentes de Ucrania sigue su curso lejos de los focos mediáticos. A pesar de que el conflicto bélico que los empujó a huir de su país comenzó hace casi dos años y medio, la afluencia de personas buscando refugio no ha cesado. Desde aquel 24 de febrero de 2022, cuando Rusia intensificó su agresión contra Ucrania, familias enteras han buscado seguridad más allá de sus fronteras, llegando en un goteo constante a países como España.
La Unión Europea, en un esfuerzo por coordinar una respuesta humanitaria eficaz, habilitó en marzo de 2022 mecanismos de protección temporal para los refugiados ucranianos. Esta medida, que facilita el acceso a permisos de trabajo, residencia y ayuda social, ha sido extendida hasta 2026, garantizando así un soporte continuado para quienes huyen de la guerra. Actualmente, casi siete millones de personas desplazadas adornan el mapa mundial con ACNUR, señalando a Europa como el continente que alberga la mayoría.
En España, los refugiados ucranianos han encontrado un nuevo comienzo, aunque no exento de desafíos. A fecha de 30 de junio, 207.155 personas se encuentran bajo protección temporal en el país, y otras 2.500 han sido acogidas con protección internacional, según datos del Observatorio Permanente de la Inmigración. La nación ha activado Centros de Recepción, Atención y Derivación (CREADE) en ciudades como Madrid, Barcelona, Málaga y Alicante, buscando facilitar la adaptación y recepción de los refugiados. La administración de estos centros corre a cargo de diversas entidades, incluyendo el propio Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones y ONGs como Cruz Roja, CEAR o Accem, que juegan un papel crucial en la atención a los recién llegados.
La historia de Aleksandr, quien llegó a España hace dos años con su familia, y la de la abuela de Anastasiya E. F., que se unió a su familia en el país hace unos meses, reflejan las diversas facetas de la experiencia de los refugiados. Mientras Aleksandr habla de la dificultad de aceptar una nueva vida y adaptarse a un nuevo país, enfrentando retos como el acceso a vivienda y el aprendizaje del idioma, la historia de la llegada tardía de la abuela de Anastasiya subraya las complicaciones adicionales enfrentadas por los miembros más vulnerables de este colectivo. Los refugiados de edad avanzada, como señala Francisco Cansino, coordinador de CEAR en Andalucía Oriental, representan uno de los grupos más susceptibles dentro de esta crisis humanitaria.
La continuación del apoyo a los refugiados ucranianos en España y en toda Europa es un testimonio de la solidaridad internacional ante la adversidad. Los CREADE y los voluntarios se esfuerzan diariamente por atender las necesidades de aquellos que han tenido que dejar todo atrás. Sin embargo, la reflexión sobre la inclusión y adaptación de estos refugiados destaca tanto los logros como los desafíos pendientes. El debate sobre cómo mejorar la respuesta a otras crisis de refugiados en el futuro es ahora más relevante que nunca, con la esperanza de que la experiencia acumulada sirva para construir sistemas de acogida más eficientes y humanos.