El lenguaje utilizado en las redes sociales ha evolucionado de manera significativa, adaptándose a las nuevas formas de comunicación entre los jóvenes. Un claro ejemplo son las siglas AKA (Also Known As) y expresiones como «sco pa tu manaa», que se han popularizado como formas de interacción online. Sin embargo, el fenómeno que más destaca en la comunicación entre menores es el uso de memes, según destaca Gloria R. Ben, psicóloga experta de Qustodio.
Los memes, definidos como bromas, chistes o contenido memorable que se viraliza principalmente a través de imágenes acompañadas de textos ingeniosos, se han convertido en una forma de lenguaje por sí mismos entre la generación más joven. La razón de su popularidad radica en su capacidad para comunicar ideas de manera rápida, creativa y con humor, permitiendo a los jóvenes expresar sus pensamientos de forma libre y segura.
Este cambio en las formas de comunicación ha sido evidenciado por el informe «Nacer en la era digital: La generación de la IA» de Qustodio, el cual muestra que los menores españoles están dedicando menos tiempo a aplicaciones de comunicación tradicionales como WhatsApp, y prefieren pasar más tiempo en redes sociales donde prevalece la comunicación a través de contenido multimedia, como fotos, vídeos y, por supuesto, memes.
A pesar de los aspectos positivos que los memes pueden tener, como fomentar la creatividad y ofrecer una nueva forma de comunicación, no están exentos de posibles efectos negativos. La psicóloga Gloria R. Ben advierte sobre el riesgo de que el humor en los memes cruce líneas controvertidas, haciendo uso de situaciones personales o sociales delicadas para generar contenido humorístico. Esta práctica puede llevar a malentendidos y a la propagación de mensajes que no fueron concebidos con la intención original del creador, lo cual subraya la importancia de trabajar la inteligencia emocional y la empatía desde una edad temprana.
La rápida difusión de los memes por internet pone de manifiesto la necesidad de una educación digital responsable que enseñe a los jóvenes a discernir qué es apropiado compartir y cómo hacerlo, garantizando que lo que se considere divertido sea respetuoso y aceptable para todos. Este enfoque no solo evitaría posibles daños emocionales entre los menores, sino que también promovería un ambiente digital seguro y positivo para la expresión de ideas y emociones.