La cronobiología es la ciencia que estudia los ritmos de la vida que se repiten con una cierta cadencia, como los ritmos diarios de sueño y vigilia. Con la subida de las temperaturas y el aumento de las horas de luz es posible que el sueño se vea afectado, no solamente en cantidad sino en calidad. El cambio de estación puede afectar todavía más a aquellas personas que sufren de trastornos crónicos del sueño. La primavera puede llegar acompañada de fatiga, somnolencia diurna, aturdimiento y dificultad para conciliar el sueño.
El número de horas de sueño recomendado es de 7 a 9 horas para los adultos, pero las exigencias del día a día hacen que en ocasiones se vea sacrificado el descanso y que no se dediquen las horas necesarias a la relajación para que el cuerpo y la mente puedan recuperarse. El último estudio Cigna 360 Well-Being Survey 2022 revela que tan sólo una de cada diez personas reconoce contar con un excelente sueño reparador y de calidad.
El aumento de las horas de sol tiene un efecto directo sobre la secreción de melatonina, la hormona que regula los ciclos de vigilia y sueño, y que el organismo produce en función de la luz natural exterior. Reajustar el reloj biológico y dejar atrás los síntomas de aletargamiento y cansancio no suele llevar más de dos semanas; sin embargo, para un gran porcentaje de la población, los problemas para dormir son constantes y el adelanto de hora puede llegar a empeorar la cronicidad de su patología.
La Sociedad Española de Neurología (SEN) apunta que hasta cuatro millones de españoles sufren algún trastorno del sueño crónico y grave (muchos de ellos sin diagnosticar), y que entre un 20 % y un 48% de la población adulta tiene dificultad para iniciar o mantener el sueño, lo que influye directamente sobre las actividades cotidianas a nivel físico y mental.
Para mejorar la calidad y cantidad de sueño en pacientes con insomnio, los tratamientos habituales incluyen medidas de higiene del sueño, intervenciones psicológicas e intervenciones farmacológicas.
El Día Mundial del Sueño, que se celebra cada año el tercer viernes de marzo, es una buena oportunidad para conocer mejor los trastornos del sueño que pueden verse más afectados por el cambio de estación: el insomnio, el síndrome de apneas-hipopneas del sueño, el síndrome de piernas inquietas y el bruxismo nocturno.
El insomnio es uno de los trastornos del sueño más comunes. La incapacidad para iniciar y/o mantener el sueño, así como la presencia de despertar precoz o sueño no reparador, repercute tanto a nivel cognitivo como físico. Si se trata de un suceso puntual, como aquel provocado por el cambio de hora, las infusiones de tila o valeriana son relajantes y ayudan a dormir mejor. Se recomienda seguir pautas recomendadas como no dormir siestas prolongadas, cenar ligero, mantener un mismo horario para acostarse y levantarse, evitar actividades relacionadas con el uso de pantallas en la cama o mantener un entorno de descanso adecuado para mejorar el sueño en casos más prolongados y ayudar a mitigar los efectos negativos diurnos.
El síndrome de apneas-hipopneas del sueño (SAHS) suele afectar especialmente a personas con sobrepeso y está asociado a una somnolencia excesiva durante el día, ronquidos y pausas respiratorias repetidas. Este trastorno se ha visto especialmente relacionado con la incidencia de accidentes de tráfico a causa de la excesiva somnolencia y se asocia a un exceso de mortalidad con motivo del deterioro del sistema cardiovascular. Además del tratamiento médico mediante CPAP, es recomendable perder peso, evitar la ingesta de alcohol por la noche y dormir de lado.
El síndrome de piernas inquietas, que suele tener mayor frecuencia en personas de mediana y avanzada edad, se caracteriza por una sensación molesta, no dolorosa, de movimientos involuntarios de las piernas que ocurren fundamentalmente durante el sueño y periodos de reposo. Para mejorar los síntomas, se recomienda realizar masajes en las piernas que ayuden a estirar los músculos, así como la realización de baños calientes o compresas frías que alivien las molestias. Si los síntomas se agravan, es conveniente consultar con el médico la opción de un tratamiento farmacológico.
El bruxismo nocturno tiene un efecto negativo sobre los músculos y la articulación de la mandíbula que se traduce en dolores de cabeza, de oído o de cuello y, con el tiempo, incluso dificultar para masticar y abrir la boca. Ademas de los tratamientos para proteger la mandíbula de daños permanentes, desde Cigna se aconseja realizar ejercicios de relajación que ayuden a reducir y controlar los niveles de tensión, así como mantener una correcta postura corporal al dormir.