Ya no somos quienes un día fuimos. La tecnología nos atraviesa desde el momento mismo en el que abrimos los ojos por la mañana, cuando tratamos de apagar la alarma del smartphone, hasta el mismo momento en el que los cerramos por la noche, cuando enviamos ese último mensaje por WhatsApp.
La mayor parte de nuestra vida está influida por el uso casi continuo de la tecnología. ¿Qué repercusiones tiene esta nueva realidad sobre nuestra naturaleza humana? ¿Se están alterando nuestros procesos cognitivos? ¿De qué forma estamos cambiando? ¿Sabemos hacia dónde nos dirigimos?
Cómo la tecnología modifica nuestros procesos cognitivos
En las últimas décadas se han realizado grandes esfuerzos para tratar de responder a estas y otras preguntas similares desde muy diversos ámbitos de la investigación, especialmente desde la ciencia cognitiva.
Por ejemplo, un equipo de psicólogos de la Universidad de Filadelfia (EE. UU.) encabezados por Henry Wilmer realizó una revisión en 2017 en la que analizaban los trabajos empíricos realizados hasta la fecha sobre la relación entre el uso del teléfono móvil y funcionamiento cognitivo.
En relación con la atención los autores concluían que “en general, la evidencia apunta a una relación negativa entre el uso del smartphone y la atención”, aunque inmediatamente después reconocían limitaciones en los estudios, ya que la mayoría de ellos se basaban en medidas correlacionales y de autoinforme.
De forma similar, otro equipo de psicólogos demostró que estar expuesto a recibir notificaciones (noticias, mensajes en redes sociales, correo electrónico) mientras se realizaba una tarea reducía la capacidad para focalizarse y perjudicaba la forma de resolverla. No es que la tecnología interrumpa lo que hacemos, es que ya no interrumpimos a la tecnología cuando tratamos de hacer otras cosas.
Wilmer también revisó resultados empíricos sobre la relación entre el uso de la tecnología y la memoria. Uno de los más interesantes fue el denominado Google effect o amnesia digital, término acuñado en otro estudio, ya clásico, realizado en 2011. Los autores demostraron que tener expectativas acerca de la posibilidad de acceder en el futuro a una determinada fuente de información puede hacernos menos proclives a almacenar y codificar en la memoria a largo plazo la información disponible en dicha fuente.
Otro ejemplo interesante es el que tiene que ver con la memoria espacial. Algunos trabajos demostraron que confiar excesivamente en el uso del GPS mientras conducimos, especialmente cuando nos guiamos por la opción de voz, puede perjudicar la forma en la que nos representamos y nos orientamos en el medio.
Una forma de mitigar las consecuencias potencialmente negativas es configurar la aplicación para tener que realizar las rotaciones mentalmente. Por ejemplo, haciendo que el mapa siempre esté orientado hacia el norte en vez de permitir que la aplicación realice las rotaciones automáticamente.
¿Y qué ocurre con el pensamiento, la toma de decisiones y la resolución de problemas? ¿El uso de la tecnología está modificando de alguna forma estos procesos? Veámoslo con un caso particular: el de la práctica del ajedrez.
Cómo las computadoras cambiaron la forma de jugar al ajedrez
Todas las posiciones a las que deben enfrentarse los jugadores de ajedrez son fruto de sus propias decisiones. No hay espacio para el azar. Uno debe calcular con la mayor precisión posible cuáles son los movimientos que maximicen sus probabilidades de éxito, a la vez que debe predecir los movimientos de su rival para tratar de neutralizar sus posibles ataques.
En la actualidad, esa capacidad de cálculo ha incrementado de forma inimaginable hace apenas unos años, gracias a la disponibilidad de potentes motores de ajedrez como Stock Fish o Alpha Zero. Estos son capaces de analizar y evaluar, en apenas un segundo, millones de potenciales movimientos.
Esta nueva realidad tiene consecuencias importantes sobre la manera en la que actualmente se practica el ajedrez. Especialmente (pero no solo) a nivel de élite. En el pasado, la forma habitual de analizar y evaluar un movimiento en particular o una partida en su conjunto era a través de la reflexión y valoración conjunta entre ambos jugadores. No siempre se podía determinar con exactitud si el movimiento que estaba siendo analizado era el mejor de todos los posibles. En la actualidad esto es diferente. La computadora puede determinar con enorme precisión cuál es la mejor de las opciones e informar en el momento, mientras se analiza la partida.
La imagen que se presenta a continuación representa una posición típica del gambito del centro, una apertura no muy frecuente en el ajedrez de élite (ver imagen 1).
El tamaño idéntico de las dos barras que encontramos en el lateral de la imagen, de color blanco y negro respectivamente, informan de que la posición es igualada para ambos jugadores.
Si en ese momento las blancas deciden llevar la dama a la casilla c3, vemos que la barra de color negro crece hasta ocupar casi la totalidad de la imagen (ver imágenes 2a y 2b).
Ese resultado informa de que el movimiento Dc3 ha sido un error grave por parte de las blancas y que la partida está ganada para el negro.
Efectivamente, si ahora las negras llevan el alfil a la casilla b4 ganan la partida, puesto que las blancas no pueden retirar la dama (está clavada).
Este es un ejemplo sencillo de cómo la computadora puede ayudar al jugador a tomar conciencia de sus errores e influir en su toma de decisiones. Hay ejemplos mucho más complicados donde es difícil entender cuáles son los cálculos de la computadora, incluso para los grandes maestros.
Otro ejemplo interesante de cómo las computadoras influyen en la forma de pensar y tomar decisiones en el ajedrez es el que hace referencia a las máquinas como una forma de memoria extendida, con una capacidad inmensa para guardar y almacenar partidas.
La imagen 3 informa del resultado final (victoria para blancas, empate o victoria para las negras) en función de las aperturas o movimientos iniciales realizados en más de 500 000 partidas jugadas solo por grandes maestros.
Se puede observar que la apertura utilizada con mayor frecuencia entre los grandes maestros es 1.e4, con más de 250 000 partidas jugadas, mientras que la que obtiene un mayor porcentaje de éxito es 1.h4, una apertura que apenas se ha jugado en 12 ocasiones, pero donde las blancas han ganado el 50 % de las veces. Conocer con exactitud cuál es la distribución de los resultados en función de las aperturas jugadas puede ser una información muy relevante para decidir jugar unos u otros movimientos.
¿Qué futuro nos espera?
Día tras día la tecnología parece incrementar su influencia en cada una de las parcelas de nuestra existencia, especialmente en cuanto a nuestros procesos cognitivos se refiere.
En muchos casos, el efecto del uso de la tecnología es indudablemente positivo. Como ya se ha descrito anteriormente, nadie pone en duda que el uso de las computadoras ha mejorado la toma de decisiones en el ajedrez.
Lo mismo ocurre en muchos otros ámbitos de enorme relevancia social, como puede ser el diagnóstico de enfermedades y la prevención de accidentes de tráfico.
Sin embargo, el uso continuado de la tecnología acarrea enormes riesgos, muchos todavía sin explorar en profundidad. Además de los ya mencionados previamente en relación con la atención y la memoria, encontramos otros ejemplos de gran importancia que se deberían estudiar con detalle.
Por ejemplo, fenómenos como el de la personalización de los contenidos e información que recibimos cuando navegamos por internet se han relacionado con otros como el de la polarización ideológica o radicalización de las ideas, cuyas consecuencias sociales suponen un reto enorme para las democracias actuales.
La tecnología exige responsabilidad, tanto desde el propio diseño como desde el uso que hacemos de ella. Algunos plataformas e instituciones, como por ejemplo el Center for Human Technology o el Tech Transparecy Project reclaman una tecnología que sirva para los intereses y necesidades de la gente, en vez de aprovecharse de las limitaciones, fundamentalmente cognitivas, para sacar beneficio de ellas.
Campañas como la de #OneClickSafer, donde se propone eliminar de las redes sociales la función que permite compartir de manera irreflexiva cualquier tipo de información, independientemente de su calidad y veracidad, van dirigidas en ese sentido. Es cierto que ya no somos quienes un día fuimos, en nuestras manos está disponer de una tecnología que nos permita en el futuro ser quienes queramos ser.
Carlos de Aldama no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.