La baja visión es un problema de salud visual que afecta a muchas personas en todo el mundo. Se calcula que los costes anuales por pérdida de productividad asociada a deficiencias visuales importantes ascienden a más de 450,000 millones de dólares en todo el mundo, según datos de la OMS. Sin embargo, es un problema que está infradiagnosticado.
Las causas de la baja visión pueden ser muchas, desde enfermedades oculares como degeneraciones maculares, glaucoma, retinopatía diabética, retinosis pigmentaria, miopía magna, etcétera, hasta accidentes, lesiones neurológicas, malformaciones congénitas o patologías infecciosas.
No existe una sola forma de baja visión, sino muchos síntomas que, de forma unitaria o mixta, la producen, como visión borrosa, visión parcheada, deslumbramiento, ceguera nocturna, visión en túnel, pérdida de contraste o alteración en la visión de los colores.
Para determinar si una persona sufre baja visión, se considera que tiene esta condición si, tras la mejor corrección óptica, su agudeza visual es menor de 0,3 (cuando la normal es 1,0) en el mejor de los ojos, o un campo visual inferior a 20 grados. Es importante entender que la baja visión no es igual a la ceguera total. En España, se considera «legalmente ciego» aquel individuo que tenga una agudeza visual menor o igual al 10% y/o un campo visual menor o igual a 10 grados en el mejor de sus ojos. Por lo tanto, muchas personas legalmente ciegas tienen una cierta visión residual, aunque con grandes limitaciones que son muy variables en función de cada caso.
Según los expertos reunidos en OPTOM Meeting Toledo, el paciente con una deficiencia visual leve es capaz de realizar sus tareas diarias con la ayuda de compensaciones ópticas convencionales. Cuando la deficiencia visual es moderada, necesitará ayudas ópticas de baja visión con bajos aumentos para la realización de las actividades de la vida cotidiana, y si su deficiencia visual resulta grave (en el límite de ceguera legal en España), necesitará ayudas ópticas de grandes aumentos y ayudas electrónicas.
Existen muchos dispositivos para baja visión que ayudan a realizar las actividades de la vida diaria. El óptico-optometrista experto en baja visión encontrará las soluciones ópticas para las necesidades específicas de cada caso. Las ayudas ópticas incluyen el uso de lupas, ayudas visuales de aumento, lupas manuales, telescopios, relojes, cronómetros y dispositivos con anuncios audibles para medir la presión arterial o la glucosa sanguínea.
Se presentan como clave en el engranaje del abordaje de la baja visión, gracias a su formación y a su conocimiento que cada vez se apoya en tecnología más innovadora. Existen sistemas basados en realidad aumentada que permiten mejorar la calidad de vida en pacientes con deficiencia visual en su etapa más severa.
El abordaje de la baja visión se convierte en un campo determinante para la salud visual, con un gran futuro a la hora de mejorar la calidad de vida de quien la padece en el que el óptico-optometrista tiene mucho que aportar.