El 17 de octubre se celebra uno de los días internacionales más significativos, el Día Internacional de Erradicación de la Pobreza. Hablar de ‘erradicar la pobreza’ significa hablar de hacer avanzar los derechos humanos, la igualdad y la justicia social.
Desde 1993, año en el que Naciones Unidas reconoce formalmente la importancia de la erradicación de la pobreza significando este hito, se han producido importantes avances en muchos lugares del mundo, pero la necesidad de reivindicar la erradicación de la pobreza continúa plenamente vigente, desde lo local a lo global.
La pandemia de COVID-19, de la que aún notamos las secuelas, ha supuesto un dramático retroceso en las condiciones de vida de una gran parte de la población mundial. En todas las naciones, es difícil encontrar un sector productivo o social que no haya recibido el impacto, directo o indirecto, de las restricciones, el aislamiento o las medidas de control sanitarias y sus repercusiones en todos los ámbitos de nuestra sociedad común. A los 1.300 millones de personas que en el mundo vivían ya en pobreza extrema, se suman un gran número de nuevas personas empobrecidas como consecuencia de esta crisis. Adicionalmente, aún hoy no podemos cuantificar qué pérdidas, especialmente en las relaciones humanas y la salud mental, podrá conllevar esta crisis sanitaria de grandes dimensiones.
Con 2021 damos comienzo a la década que nos debería conducir a la resolución del problema. No en vano, la comunidad internacional nos hemos comprometido a alcanzar, para el año 2030, el fin de la pobreza extrema bajo los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Los organismos internacionales ya nos alertan de los efectos que no solo la pandemia, sino también otros males globales, como el cambio climático, las desigualdades de género y otros factores tienen sobre el empobrecimiento de la población y cómo este objetivo se encuentra con dificultades sobrevenidas que requieren de un esfuerzo y voluntad política adicionales.
Desde el Gobierno regional somos sensibles al origen multidimensional de la pobreza, en la que confluyen factores culturales, socioeconómicos, ambientales, sanitarios y educativos, entre otros.
El camino debe ser reconstruir, sí, pero reconstruir mejor, superando viejos clichés, trabajando por demoler las causas estructurales del empobrecimiento y avanzando en el camino de la protección de nuestro medio ambiente y la prevención del cambio climático, con un adecuado enfoque de género, como idea central de garantizar un futuro sostenible y de justicia social.
Somos sensibles a la necesidad de cualificar y cuantificar las distintas dimensiones de la pobreza y sus múltiples impactos, y es por ello que desde 2017 hemos venido aplicando una Estrategia contra la Pobreza y la Desigualdad Social, gracias a la cual hemos mejorado en algunos indicadores esenciales, como en el descenso de la carencia material severa, donde hemos disminuido hasta en cuatro puntos la situación de 2018 y hasta en seis puntos respecto a 2014. Las personas vulnerables a la pobreza en Castilla-La Mancha son hoy en día un poco menos vulnerables gracias a las políticas del gobierno en materia social.
Somos sensibles a la necesidad de no olvidar que vivimos en un mundo globalizado y por ello debemos aplicar políticas sociales transversales, recuperando y fortaleciendo las ayudas a la cooperación internacional y la ayuda humanitaria.
Somos sensibles a la dimensión medioambiental de la pobreza y a cómo el cambio climático, la deforestación, la desertificación y el despoblamiento son motivo de empobrecimiento y por ello, contamos con una Consejería de Desarrollo Sostenible trabajando por y para minimizar los riesgos ambientales que llevan a la pobreza.
Somos conscientes de que queda aún mucho trabajo por hacer y un camino por recorrer a largo plazo, en términos de lucha contra la exclusión y la pobreza. Las desigualdades siguen estando presentes, pero el compromiso del gobierno y de la sociedad de Castilla-La Mancha en combatirlas es firme.
El Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza es una buena ocasión para reafirmar nuestra voluntad de compartir esfuerzos, de estar al lado de las personas más vulnerables, de sus necesidades específicas, en el marco de la lucha contra el cambio climático, abogando porque la participación de todos es imprescindible, y porque, en definitiva, para avanzar, debemos situar el respeto y la dignidad de las personas en el centro de la acción.