Apenas un día después de que saliera a la luz que Alemania estaba tras la pista de un instructor de buceo ucraniano implicado en el sabotaje de Nord Stream, el panorama internacional se vio sacudido por revelaciones aún más impactantes. Según informes del «The Wall Street Journal», el ataque contra la infraestructura energética habría sido una sofisticada operación llevada a cabo por Ucrania con la aprobación de sus máximos dirigentes. Este movimiento estratégico implicó a un equipo de buceadores tanto militares como civiles, apoyados económicamente por inversores privados de la nación.
La planificación de esta operación se desvela como el producto de una velada intensificada por el alcohol y el fervor patrio, donde emerge la figura de un pequeño grupo decidido a poner en riesgo sus vidas por una causa nacional. La idea germinó en una cena celebrada en mayo de 2022, donde altos cargos militares ucranianos y empresarios, eufóricos por los avances en la contención de la ofensiva rusa, contemplaron la posibilidad de lanzar un audaz golpe contra el Nord Stream.
A la cabeza de la operación se situó al general Valery Zaluzhni, comandante supremo de las fuerzas armadas ucranianas, con el consentimiento del presidente Volodimir Zelenski. Sin embargo, la trama sufrió un temprano contratiempo. Los servicios de inteligencia de Holanda, alertados por sus extensas redes de información en Ucrania, tomaron conocimiento del complot y notificaron a la CIA, que a su vez instó a Zelenski a desistir.
Pero la operación ya estaba en marcha, según relatos de involucrados al «WSJ». Con el equipo ya en acción y fuera de alcance comunicativo para no levantar sospechas, su avance fue inalterable, descrito por las fuentes como un «torpedo» que, una vez lanzado, no puede ser retirado.
El ejecutor material fue el Andromeda, un yate civil que zarpó del puerto alemán de Rostock y llevó a cabo el reconocimiento sobre el gasoducto, situando los explosivos que más tarde desencadenarían la destrucción. Al finalizar la misión, la embarcación regresó a Alemania, donde su prisa por abandonar el país permitió a las autoridades recabar pruebas críticas para la investigación.
Este episodio dibuja un escenario complejo. Las revelaciones sobre el presunto involucramiento ucraniano, con sus ramificaciones políticas y militares, plantean un dilema en cuanto a la reacción de Alemania y la potencial afectación para la OTAN, destacando la fragilidad de las alianzas en contextos de interés y seguridad mutua. La noticia, confirmada en sus lineamientos generales por las propias indagaciones alemanas, anticipa un periodo de tensiones diplomáticas y la revisión de las estrategias de defensa colectiva en el ámbito internacional.