Carlos Sainz atraviesa un año lleno de tropiezos en Williams, donde la mala suerte y los incidentes lo han dejado sin resultados
Carlos Sainz vive un año para el olvido en su nueva etapa con Williams. En el reciente Gran Premio de Italia, el piloto madrileño volvió a quedarse fuera de los puntos tras un desafortunado choque con el joven Ollie Bearman. Su intento de remontada, que prometía ser un momento de reivindicación, se vio truncado por un incidente que recordó a todos los seguidores de la Fórmula 1 cuán estrecho es el margen entre el triunfo y el fracaso en este deporte.
El incidente en Monza resultó ser una amarga lección para Sainz, quien había logrado adelantar posiciones antes del choque. «Estábamos haciendo una buena remontada», aseguró el piloto, reflejando el desánimo de un deportista que ve cómo una estrategia prometedora se desploma en un instante. A pesar de que Bearman fue penalizado por el incidente, esto no puede remediar la frustración de un fin de semana perdido que se suma a su ya extensa lista de contratiempos esta temporada.
Entre la resiliencia y la frustración
Esta racha de infortunios ha comenzado a pesar sobre la moral de Sainz, quien reconoce lo duro que ha sido lidiar con la falta de resultados. «Nunca había tenido una racha tan consecutiva de incidentes, está siendo muy duro de llevar», confesó. Sus palabras no son solo el eco de un deportista desilusionado, sino el lamento de un hombre acostumbrado a luchar, que ahora siente el peso emocional de sus constantes contrariedades.
A medida que las carreras pasan, la presión sobre Williams también crece. Para el equipo, cada carrera sin puntuación no solo afecta a Sainz, sino que pone en jaque su futuro. El piloto ha hecho un llamado claro: necesita un monoplaza competitivo y un proyecto que ofrezca certezas de cara a 2026. Si Williams no logra revertir la situación, su vinculación con él podría verse debilitada, poniendo en riesgo su posición en la larga y exigente carrera de la Fórmula 1.