Este miércoles, los neerlandeses se preparan para votar en su tercera elección general en tan solo cinco años, en medio de un clima de crispación política inédito. A pesar de haber sido durante mucho tiempo un modelo de consenso político, el país enfrenta un panorama complicado, con 27 partidos compitiendo y la posibilidad de que la fuerza más votada no logre conseguir una mayoría para gobernar. Esto es especialmente relevante tras el colapso del Gobierno de Dick Schoof, quien apenas había estado en el cargo 11 meses antes de que el Partido por la Libertad (PVV) de Geert Wilders decidiera abandonar la coalición, en un movimiento que muchos interpretaron como una maniobra calculada para evitar su desgaste político.
En las encuestas, el PVV se presenta como el favorito, aunque con una ventaja estrecha. La dificultad para formar una coalición es evidente, ya que la mayoría de los partidos han declarado que no se aliñarían con Wilders bajo ninguna circunstancia. A la espera de resultados, otros partidos como los progresistas liberales del D66 y la coalición socialdemócrata parecen tener potencial para dar la sorpresa, mientras que el tradicional VVD, que dominó la política neerlandesa durante más de una década, se encuentra en crisis.
El eje central de estas elecciones gira en torno a dos problemáticas críticas: la vivienda y la inmigración. La escasez de viviendas ha llevado a un gran porcentaje de la población a sentirse excluida, mientras que el discurso antiinmigración ha calado profundamente, afectando a la percepción de la identidad cultural del país. A medida que el clima político se intensifica, la capacidad de los partidos para abordar estos temas se convierte en un factor crucial para determinar el futuro del sistema político neerlandés, que históricamente ha encontrado una manera de recomponerse tras cada crisis.
Artículo resumido que puedes leer completo aquí
