Las tensiones en el este de Europa se intensifican con la aparición de los drones Gerbera, una respuesta económica y efectiva que Rusia ha comenzado a utilizar en su ofensiva en Ucrania. Estos drones, que han sido observados sobre territorio de la OTAN en Lituania, Polonia y Rumanía, son un nuevo tipo de tecnología militar diseñada para confundir y sobrecargar los sistemas de defensa aérea, planteando un desafío significativo a las fuerzas del bloque occidental. Su diseño sencillo, con una envergadura de 2,5 metros y un peso de hasta 18 kilos, les permite operar a un coste de producción notablemente bajo, estimado en solo 10,000 dólares cada uno.
El Gerbera puede funcionar en diversas capacidades: como dron kamikaze, de reconocimiento o como señuelo. De hecho, su principal tarea es distraer a las fuerzas defensoras de Ucrania, logrando que recursos valiosos sean desperdiciados en drones que, aunque inquietantes, no llevan armamento letal. Este enfoque ha permitido a Rusia mantener una ventaja táctica, invirtiendo menos en drones que su contraparte, mientras que los sistemas de defensa ucranianos deben evaluar amenazas constantes y distinguir entre lo real y lo engañoso.
Además, el hecho de que estos drones se ensamblen en Rusia pero tengan componentes de diversas partes del mundo revela la complejidad de las cadenas de suministro y las implicaciones de las sanciones internacionales. La creciente ansiedad en la región ha llevado a países del flanco este de la OTAN a buscar alianzas más estrechas y capacidades defensivas mejoradas, destacando la urgencia de fortalecer su defensa ante un adversario que ha permitido que la innovación se encuentre al alcance de su mano, a un coste significativamente menor.
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