Las tensiones comerciales impulsadas por la administración de Donald Trump siguen marcando la relación entre la Unión Europea y China, que en lugar de acercarse, parecen distanciarse más. A medida que se aproxima la cumbre entre ambos bloques, las diferencias en temas vitales como el comercio, la guerra en Ucrania y la política climática se han hecho más evidentes. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha adoptado un enfoque más firme, calificando a China como un «rival sistémico» y criticando su forma de operar en el comercio internacional.
Durante una reciente sesión del Parlamento Europeo, Von der Leyen enfatizó que el sistema político y económico de China le permite distorsionar la competencia, lo que ha llevado a la imposición de aranceles sobre vehículos eléctricos chinos. Esta postura va acompañada de un llamado a Estados Unidos para que respete la relación euroatlántica, a la vez que se busca un acuerdo que evite mayores aranceles de Washington. La llegada del ministro chino de Relaciones Exteriores, Wang Li, a Bruselas no ha hecho más que confirmar que las brechas en las negociaciones son profundas.
A medida que se intensifican las críticas hacia China por su posición en la guerra de Ucrania y su manejo de la economía de guerra de Rusia, Von der Leyen ha planteado que el futuro de las relaciones entre la UE y Pekín dependerá de cómo el país asiático responda ante la agresión rusa. Su enfoque orientado a una «reducción de riesgos» refleja una estrategia más amplia de la UE para asegurar su independencia económica y tecnológica vis-à-vis China, dejando claro que la cooperación solo será posible bajo ciertos términos que respeten las normas internacionales.
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