El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, presentó un plan para «la paz eterna» en Gaza, sugiriendo que, de ser aceptado por Hamás, traería estabilidad a la región. Sin embargo, su declaración resuena extrañamente lejos de la realidad en Gaza, donde las bombas continúan cayendo y la población enfrenta cifras desoladoras de muertes. En apenas 24 horas, 54 palestinos han perdido la vida, y muchos en el enclave ya no pueden concebir lo que significa vivir en paz.
La coordinadora de Médicos Sin Fronteras, Esperanza Santos, recién llegada de la Franja, describió la devastación en términos desgarradores. Con edificios en ruinas y la población exhausta por el abandono internacional, muchos gazatíes han optado por quedarse, a pesar de los constantes bombardeos. Santos subraya que la prioridad inmediata es detener los ataques, ya que la falta de espacios seguros convierte a hospitales y clínicas en zonas vulnerables, permitiendo que la tragedia continúe desbordándose.
A medida que se profundiza la crisis, el acceso a lo básico se vuelve más crítico. Santos relata que la entrega de alimentos es un acto arriesgado, donde quienes intentan conseguir ayuda enfrentan disparos. En este contexto, la esperanza se convierte en un lujo inalcanzable, y mientras Trump propone un acuerdo, la gente de Gaza simplemente lucha por sobrevivir en un escenario que parece condenarlos a vivir en un estado de guerra perpetua.
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