Cada año, con la llegada de noviembre, el mercado se prepara para uno de los acontecimientos comerciales más esperados del año: el Black Friday. Este evento, que comenzó como una tradición estadounidense, ha cruzado fronteras y ahora es prácticamente global. En estas fechas, los consumidores son bombardeados con un sinfín de ofertas y promociones que parecen irresistibles, y las tiendas, tanto físicas como en línea, experimentan un frenesí de actividad.
La promesa de grandes descuentos atrae a millones de personas, impulsando un notable incremento en el volumen de ventas. Este fenómeno no solo impacta los hábitos de consumo, sino que también se refleja en el ámbito laboral. Cada año, la cercanía del Black Friday genera un significativo aumento en las contrataciones temporales, especialmente en sectores como la logística y el comercio minorista. Sin embargo, estas contrataciones, aunque abundantes, suelen ser motivo de crítica por la precariedad laboral que a menudo implican.
En muchos casos, los empleos generados para esta temporada son de corta duración, con condiciones laborales que pueden resultar desfavorables. Esto pone de manifiesto un patrón repetitivo: mientras los consumidores y las empresas buscan beneficiarse del evento, el empleo generado tiende a ser inestable y de baja calidad. A pesar del movimiento económico que se produce, el impacto positivo en el mercado laboral es limitado y, en ocasiones, cuestionable.
Dicha dinámica provoca una creciente reflexión sobre la relación entre el consumismo estacional y la calidad del trabajo ofrecido. Mientras los bolsillos de los consumidores se ven a menudo vaciados por el frenesí del Black Friday, el desequilibrio entre la oferta laboral y las condiciones dignas de trabajo continúa siendo un tema profundamente debatido en la sociedad.
Fuente: UGT Castilla-La Mancha

















