En un antiguo teatro de Ohio en 1849, dos niñas de tan solo cuatro y nueve años llevaron a cabo un espectáculo de espiritismo que dejó atónitos a los espectadores. Capaces de comunicarse con personas fallecidas y predecir el futuro, Victoria y su hermana menor se convirtieron en el centro de atención. Victoria, la mayor, demostró un talento especial para capturar la fascinación de la audiencia. En una época en la que Estados Unidos estaba profundamente inmerso en el misticismo y lo paranormal, Victoria lanzó una predicción que resonaría a lo largo de los años: una mujer ocuparía la presidencia del país.
A pesar de nunca alcanzar dicho hito, la vida de Victoria es un testimonio de resistencia y audacia. Desde sus humildes inicios en un entorno familiar abusivo y plagado de estafas, hasta convertirse en una figura influyente en Wall Street y una destacada editora de periódico, Victoria desafió las expectativas y las limitaciones impuestas por una sociedad dominada por el patriarcado. Figuras sufragistas de la talla de Susan B. Anthony y Elizabeth Cady Stanton vieron en ella a una aliada formidable en la lucha por los derechos de las mujeres.
Sin embargo, la vida de Victoria también estuvo marcada por desafíos personales significativos. Casada a los 15 años con un hombre alcohólico y abusivo, se vio obligada a tomar las riendas de su destino y el de sus hijos. Este matrimonio, lejos de aplastar su espíritu, solo sirvió para avivar sus convicciones sobre el «amor libre» y el derecho de las mujeres a vivir su vida en sus propios términos. Un concepto revolucionario para su tiempo, que abogaba por el derecho de las mujeres a divorciarse y a disfrutar de su sexualidad fuera de los confines del matrimonio.
Victoria y su hermana, convertidas en las «reinas de las finanzas», hicieron historia al adentrarse en el mundo masculino de Wall Street, gracias en parte al apoyo de Cornelius Vanderbilt. No contenta con sus logros financieros, Victoria llevó su compromiso con el cambio social más allá al fundar el periódico Woodhull and Claflin’s Weekly, que se convirtió en un espacio para el debate de los derechos civiles para las mujeres y la traducción del Manifiesto Comunista al inglés.
En 1872, Victoria Woodhull se convirtió en la primera mujer en postularse para la presidencia de Estados Unidos, rompiendo barreras y desafiando convenciones sociales. Aunque su campaña pudo haber sido vista con escepticismo, marcó un momento significativo en la lucha por la igualdad de género.
Sin embargo, la carrera de Victoria se vio ensombrecida por la controversia y el escándalo, lo que eventualmente llevó a su declive. Acusaciones de indecencia y la publicación de contenido considerado obsceno en su periódico llevaron a múltiples arrestos y a una guerra mediática que dañó su reputación y la de sus colaboradores más cercanos. Su visión de un mundo donde las mujeres gozaran de plenos derechos civiles y libertades personales chocó con las normas de su época, llevándola a la marginación tanto por parte de la sociedad en general como de algunas sufragistas.
Victoria Woodhull falleció en 1927 en Inglaterra, dejando atrás un legado polémico pero indiscutiblemente impactante. En 2001, su contribución a la lucha por los derechos civiles de las mujeres fue finalmente reconocida con su inclusión en el National Women’s Hall of Fame, sellando su lugar en la historia como una figura pionera y una voz inquebrantable en la búsqueda de la igualdad de género.