Veinte años del «yo caso» en Campillo de Ranas, cuna del amor sin etiqueta

Veinte años del "yo caso" en Campillo de Ranas, cuna del amor sin etiqueta que aún refugia bodas homosexuales en secreto

En junio de 2005, España dio un paso histórico al legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, convirtiendo un sueño en una realidad de pleno derecho. En aquel momento, muchos municipios se acogían a la objeción de conciencia. Sin embargo, en Campillo de Ranas, un pequeño municipio de la Arquitectura Negra de Guadalajara con apenas 150 habitantes, su alcalde, Francisco Maroto, decidió alzar la voz y proclamó: «Yo caso». Hoy, más de 18 años después, sigue ejerciendo esta función.

Maroto no solo se ofreció para celebrar matrimonios entre personas del mismo sexo, sino que también se asumió públicamente como gay, un gesto que contribuyó a la visibilidad del colectivo LGTBI y a la búsqueda de la igualdad. Recuerda que «sin visibilidad no hay normalidad» y, aunque reconoce avances, también señala que todavía hay parejas que se casan «en secreto», sobre todo en el mundo rural, donde muchos optan por vivir como «amigos» para evitar el juicio social.

A pesar de que el matrimonio igualitario está casi institucionalizado en España, el alcalde lamenta que algunas parejas aún prefieran la intimidad. «Es triste que algunas parejas tengan que ocultar su relación», dice. Sin embargo, su desafío personal ha transformado el destino de Campillo de Ranas, que ahora vive en gran medida del turismo nupcial. Desde la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, se han celebrado ya más de 500 bodas en el municipio, de las cuales aproximadamente una cuarta parte corresponden a parejas del mismo sexo.

Francisco Maroto ha seguido oficiando bodas regularmente, asegurando que «tenemos bodas todos los fines de semana». La popularidad de Campillo de Ranas como destino nupcial ha crecido, y muchas personas asocian el pueblo con su historia de aceptación y amor. «Es difícil no conocer a alguien que haya asistido a una boda aquí», afirma orgulloso. Recuerda un «aluvión» de bodas después de la aprobación de la ley, evidenciando la necesidad de muchos que habían esperado formalizar su relación.

El alcalde ve la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo como una conquista social que ha marcado un hito en España y ha cambiado la percepción internacional del país. «Antes, muchos temían lo que la derecha planteó», dice, señalando que la aceptación de estas uniones ha avanzado en parte debido al valiente gesto de su propia comunidad.

«¿Quién puede oponerse a un acto de amor?», se pregunta Maroto, quien muestra su apoyo a seguir luchando por los derechos del colectivo LGTBI. Aunque cree que la sociedad ha avanzado y que hoy no se distingue entre bodas heterosexuales y homosexuales, advierte que aún queda trabajo por hacer. Propone un mayor énfasis en la educación para combatir el machismo y fomentar una sensibilidad hacia la diversidad.

Campillo de Ranas se ha convertido en un destino popular para bodas internacionales, atrayendo a parejas de lugares tan lejanos como Japón, Estados Unidos o Islandia. En dos décadas, el municipio ha pasado de contar con una única casa rural a tener una veintena de alojamientos, además de una variada oferta gastronómica. Este crecimiento muestra cómo el amor ha sido un motor económico para el pueblo, convirtiéndolo también en un símbolo de aceptación y lucha por la igualdad.

A 20 años de la legalización, la historia de Francisco Maroto y Campillo de Ranas refleja que el matrimonio igualitario va más allá de la concesión de derechos civiles; también revitaliza comunidades, cohesiona sociedades y promueve la tolerancia en lugares donde antes no era posible. La celebración de cada boda en el pueblo no solo es un acto personal, sino también una muestra de progreso y aceptación que se traduce en beneficios para toda la comunidad.

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