Maquinaciones en la sombra: La venganza de Úrsula
Si en algo ha demostrado ser experta Úrsula a lo largo de la narración de Valle Salvaje, es en que a veces el rencor puede aguzar el ingenio. Cuando se entera de la relación de Rafael y Adriana, y de que Julio lo sabía todo desde el principio, su decepción ha pasado a ser una furia contenida.
No sólo el amor traicionado le ha hecho sentirse aplastada, sino también la certeza de haber sido objeto del sentido de una burla sin sentido. Es en ese estado de ánimo —en la esquina del orgullo roto y la necesidad de venganza— donde se inicia su plan para separar a la pareja. Úrsula, sin embargo, no se limita a pequeños cambios de manipulación. Su táctica apunta directamente al corazón de la confianza que une a Rafael y Adriana.
Cada movimiento que da es medido —casi como si hilara una tela de araña invisible que aprisiona a sus víctimas sin que lo perciban—. El aspecto más desconcertante del plan no es su propio plan, sino que lo lleva a cabo con una serenidad superficial, sonriente y con calma y en su interior arde el deseo de venganza. En el transcurso del capítulo, observaran como Adriana y Rafael se dejan invadir sin cesar por la pasión, pasión que, lejos de reducirse, cada vez se hace más intensa frente a las dificultades que deben enfrentarse.
Ellos desconocen que un peligro se encuentra acechando sobre ellos, un peligro el cual no se manifiesta con citas, ni disparos, ni armas, sino con silencios, rumores y medias verdades. Úrsula conoce que el amor también puede marchitarse y envenenarse lentamente, y está decidida a proporcionarlo gota a gota.