Leiva hizo su regreso este jueves a El Hormiguero, un programa donde no solo se expone el talento, sino también la humanidad de sus invitados. El motivo de su visita fue la presentación de su nuevo documental, Hasta que me quede sin voz, un viaje a través de sus vivencias, en el que destila luces y sombras de su historia. Sin embargo, lo que capturó la atención de todos fue un relato profundamente íntimo: el día en que perdió un ojo a los doce años tras recibir un disparo a quemarropa.
“Me dispararon muy cerquita con una pistola y perdí el ojo”, fue la frase que dejó al público en un silencio atónito, testigos de una experiencia que el artista había guardado celosamente durante años. Para Leiva, hablar sobre este incidente no es una búsqueda de morbo, sino más bien una forma de conectar su vida privada con su carrera pública. A través de su historia, comparte cómo esa tragedia temprana lo preparó para la mirada inquisitiva del público en el mundo de la música: “Me acostumbré a que me miraran”, compartió durante la conversación.
El presentador Pablo Motos, visiblemente sorprendido, destacó esta conexión, sugiriendo que el cuchicheo de la infancia, relacionado con su mirada diferente, resuena con el escrutinio que enfrenta como famoso. Leiva, mostrando una calma admirable, lo validó al afirmar que todo eso lo entrenó para la exposición que vendría en su vida profesional. Sin embargo, su enfoque es alejado del dramatismo que sería natural en una historia así; lo revive con serenidad, enfatizando que nunca lo consideró un trauma.
“Tuve la suerte de que, por el imaginario de que te han disparado, no daba lugar a mofas”, reflexionó, recordando que se trataba de un evento que todos consideraban serio. Este enfoque le permitió salir del hospital y seguir jugando, como si aquel giro fatal de la vida fuera solo un capítulo más en su historia.
El músico también reveló una frase que le dijo un celador en el hospital, que ha perdurado en su memoria: “Eres la persona con más suerte que conozco, porque de todos los órganos que puedes perder, el ojo es el único que no te cambia”. Ese recordatorio de que, a pesar de todo, hay manera de encontrar luz en la oscuridad resonó en el plató, tocando la fibra sensible del presentador.
Motos, conmovido, compartió su propia experiencia en el quirófano, subrayando la significancia de las palabras que se escuchan antes de una operación. En esos momentos de incertidumbre, un mensaje de optimismo puede ser un potente bálsamo.
El intercambio entre ambos generó silenciares profundos, creando uno de esos momentos de autenticidad que a menudo son esquivos en la televisión. Ante la adversidad, Leiva no solo reveló su historia, sino que también abogó por la resiliencia y la capacidad de adaptación. “Me tuve que acostumbrar a las distancias porque no tienes las tres dimensiones”, sentenció con la valentía de quien ha superado retos inesperados.
Hasta que me quede sin voz no es solo un documental, sino una declaración de principios. Con esta obra, Leiva se presenta al mundo no solo como un artista querido en el panorama musical español, sino como un ser humano que ha transformado sus cicatrices, tanto físicas como emocionales, en la esencia de su arte. Esa es la lección que, aunque a veces dura, revela la belleza de vivir, adaptarse y seguir adelante.