La última semana de La revuelta ha estado marcada por un evidente descontrol. Mientras que muchos programas de televisión ya han colgado el cartel de vacaciones, el late night de David Broncano se ha extendido a petición de Televisión Española. Para no interrumpir el descanso del equipo, optaron por grabar los últimos cuatro programas de manera consecutiva el 26 de junio. Esta decisión, aunque práctica, ha traído consigo una serie de imprevistos.
En un maratón que se alargó a cinco horas, el equipo se embarcó en lo que Broncano describió como un día “normal” para la mayoría de los concursos, que suelen grabar varios programas en una jornada. Sin embargo, los problemas comenzaron cuando el equipo no logró gestionar adecuadamente la emisión de este último maratón. El desliz más conspicuo se dio el 8 de julio, cuando David Broncano comunicó a la audiencia que estaban viendo el programa correspondiente al 9 de julio, causando confusión tanto en el set como entre los televidentes.
Los problemas de organización eran palpables. Sin cabecera, sin presentaciones y sin público, Broncano inició el programa hablando con el regidor sobre el contenido de los días pasados, lo cual no hizo más que aumentar la sensación de desconcierto. “Desde fuera parece que habéis perdido la cabeza”, bromeó Sergio Bezos, capturando el sentir general de confusión. Y a pesar de las promesas de Broncano de que todo se aclararía, el caos continuó con menciones erróneas a días y programas.
Las redes sociales, siempre atentas, no tardaron en reaccionar. Algunos espectadores encontraban la situación divertida e hicieron comparaciones con La Resistencia, mientras que otros se mostraron críticos, considerando que, a pesar de la dificultad de grabar varios programas a la vez, no justificaba el desorden. “No puede ser tan difícil,” señalaba una seguidora, reflejando el sentir de varias voces que expresaban su frustración por la falta de claridad en la emisión.
Por su parte, Broncano, en un intento de mantener el humor ante la adversidad, seguía adelante con su característico estilo, pero la situación sólo parecía empeorar. La tensión entre lo que intentaban transmitir y la realidad del programa se hizo notable cuando se mezclaron fechas y contenidos: un verdadero enredo que dejó a muchos telespectadores preguntándose qué estaba sucediendo.
Al cierre de la jornada, la comunidad de seguidores de La revuelta estaba dividida; algunos se reían ante el espectáculo de desorganización, mientras que otros clamaban por una estructura que hiciera justicia al show. La última semana de La revuelta será recordada, sin duda, no sólo por su contenido, sino por la aparente falta de dirección en este maratón que, en lugar de ofrecer conclusiones claras, ha dejado un aire de caos palpable en el horizonte.