Una Ley Inesperada: La Innovadora Estrategia de este País para Lograr Calles Impecables

En busca de mantener sus calles inmaculadas, Singapur ha adoptado medidas extremas en lo que respecta al manejo de residuos y la limpieza urbana, destacando entre ellas la prohibición total de la venta y el consumo de chicle desde 1992. Esta decisión se enmarca dentro de una de las políticas de limpieza más estrictas del mundo, impulsada por los problemas ocasionados por los restos de chicle en lugares públicos, especialmente en el sistema de metro inaugurado poco antes de la prohibición. Las autoridades de Singapur, lideradas por el entonces primer ministro Lee Kuan Yew, identificaron que los chicles desechados irresponsablemente causaban fallos mecánicos y retrasos en las puertas automáticas de estos servicios de transporte, lo que motivó la radical medida.

Las penalizaciones por infringir la ley son severas y pueden llegar a ser devastadoras. Importar chicle para su venta o consumo se considera un delito, con multas que pueden alcanzar hasta los 200.000 dólares singapurenses (aproximadamente 141.800 euros) y penas de prisión de hasta 10 años en casos de reincidencia. A pesar de ello, la legislación singapurense contempla algunas excepciones en lo que respecta a chicles con fines médicos, como aquellos utilizados para dejar de fumar o para mejorar la salud dental, los cuales fueron autorizados en el año 2004 tras negociaciones con Estados Unidos.

Más allá del chicle, Singapur lleva a cabo una rigurosa aplicación de sus leyes de limpieza. Tirar basura en la vía pública puede resultar en multas de hasta 10.000 dólares singapurenses, dependiendo de la frecuencia con la que se cometa la infracción. Estas políticas han convertido al país en uno de los lugares más limpios y mejor organizados del mundo, sirviendo de ejemplo a nivel internacional en cuanto a gestión de la limpieza urbana y el control de residuos.

En un contexto global donde ciudades de distintos países enfrentan desafíos significativos en la gestión de residuos, como lo demuestran las severas multas en un pueblo inglés por sacar la basura el día equivocado y las complicaciones de un ciudadano español para adaptarse a las rigurosas normas suizas respecto al manejo de residuos, la experiencia de Singapur ofrece un punto de referencia. Para los viajeros y ciudadanos extranjeros, conocer y respetar estas normas es fundamental. La reputación de Singapur como una de las ciudades más limpias del mundo no solo es resultado de políticas restrictivas, sino también de la conciencia y colaboración de su población y visitantes.

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