Una ciudad europea abrumada por el turismo halla la solución en un innovador impuesto a los visitantes

En un mundo donde el turismo masivo plantea desafíos significativos para muchas ciudades, ciertos destinos se destacan por su innovación y sostenibilidad. El pintoresco pueblo español, recientemente coronado por la Organización Mundial del Turismo como uno de los destinos más bellos a nivel mundial, comparte este enfoque. A su vez, avances disruptivos como minicasas portátiles proponen soluciones alternativas al alojamiento convencional, promoviendo un turismo más flexible y menos invasivo.

Sin embargo, es en Praga, la capital de la República Checa, donde se observa uno de los enfoques más estratégicos hacia la gestión del turismo. Frente a la creciente afluencia de visitantes y su impacto en la urbe, Praga ha implementado medidas audaces para redefinir la experiencia turística, poniendo en práctica una política de turismo sostenible que sirve como referencia para otras ciudades enfrentadas a retos similares.

En un esfuerzo por contrarrestar los efectos del sobreturismo, la ciudad ha incrementado su tasa turística a 50 coronas checas por noche, aproximadamente 2 euros, con el fin de desalentar el turismo de baja calidad y fomentar un turismo más consciente y respetuoso. Con los ingresos generados por esta tasa, Praga ha financiado iniciativas innovadoras destinadas a mejorar la calidad de la visita turística y aliviar la presión sobre su precioso centro histórico.

Entre las medidas adoptadas, destaca el desarrollo de rutas turísticas alternativas que motivan a los visitantes a explorar áreas menos conocidas de la ciudad, descongestionando así los puntos de interés tradicionales y promoviendo un reparto más equitativo de los beneficios del turismo. La tarjeta Prague Visitor Pass es otra iniciativa que busca mejorar la experiencia turística, ofreciendo acceso a una amplia gama de servicios y atracciones, e incentivando un turismo más organizado y consciente.

Estas acciones se enmarcan en una tendencia más amplia en Europa, donde más de cien ciudades han adoptado tasas turísticas. Estos impuestos buscan no solo gestionar mejor los flujos de turistas, sino también reinvertir en la localidad para garantizar el desarrollo continuo de infraestructuras turísticas y culturales, manteniendo al mismo tiempo la esencia y calidad de vida de la ciudad.

La estrategia de Praga es un claro ejemplo de cómo, frente a los crecientes desafíos que plantea el turismo global, es posible encontrar maneras innovadoras de beneficio mutuo tanto para locales como para visitantes. Muestra un compromiso firme con un turismo responsable que respeta y valora el patrimonio cultural y natural, una visión que otras ciudades podrían adoptar para garantizar un futuro donde el turismo sea sostenible y enriquecedor para todos.

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