En un giro político que impregna de intriga el panorama electoral en Alemania, Alternativa por Alemania (AfD), el partido euroescéptico y de extrema derecha, ha irrumpido con fuerza en las últimas votaciones regionales. Esta formación políticamente provocadora ha capturado la victoria en Turingia y casi se corona en Sajonia, desafiando las convenciones y marcando un antes y un después en el escenario político germano.

«AfD obtiene un triunfo histórico», afirmaba una entusiasmada Alice Weidel, lideresa del partido, mientras las proyecciones a boca de urna revelaban una sorpresiva ventaja en Turingia con el 33,1% de los apoyos, sobrepasando significativamente a la Unión Demócrata Cristiana (CDU) que reunió un 24,5%. Este respaldo electoral consolida la posición de Björn Höcke, figura controvertida y radical dentro de AfD, conocido por su retórica incendiaria y su pasado marcado por condenas relacionadas con el uso de simbología nazi.

La competición en Sajonia, en contraste, presentó un escenario más reñido. Los demócratas cristianos apenas superaron a AfD con un estrecho margen, evidenciando el profundo alcance del cambio de preferencias políticas en estas regiones. Además, la Alianza BSW, encabezada por la figura de izquierdas Sahra Wagenknecht, se aseguró una posición notable en ambos estados, marcando un inicio prometedor en su andadura política en el país.

La resonancia de estos comicios trasciende las fronteras de Turingia y Sajonia, implicando una señal de alarma para la coalición de gobierno actual bajo Olaf Scholz, que ve cómo los socialdemócratas descienden drásticamente en favorabilidad, y sus socios, Liberales y Verdes, no alcanzan siquiera la representación parlamentaria regional. «Estamos ante un punto de inflexión profundo», lamentaba Omid Nouripour, co-líder del grupo ecologista, ante el avance inaudito de una fuerza política abiertamente de extrema derecha desde 1949.

Mientras tanto, el ascenso vertiginoso de AfD desde su fundación en 2013 hasta ahora refleja un panorama de inquietud en la Alemania contemporánea. Atribuyendo su éxito en parte a la crítica situación económica, alta inflación, y los desafíos energéticos, los cuales parecen haber calado especialmente en el más rural y económicamente desfavorecido este del país. Sin embargo, pese a su notable victoria, la formación de un gobierno en Turingia y Sajonia por parte de AfD parece improbable, dado el rechazo explícito de los partidos tradicionales a pactar con ellos, abriendo posibles vías hacia coaliciones tripartitas excluyentes de la extrema derecha.

El cariz de estos resultados resuena más allá de Alemania, con la extrema derecha cobrando impulso en varios rincones de la Unión Europea, pese a las tensiones internas y la diversidad de posturas. La irrupción de AfD contradice la tendencia previa, proponiendo un reajuste significativo de las fuerzas políticas en Europa y planteando interrogantes sobre el futuro del proyecto europeo. La victoria de AfD no sólo supone un hito en la Alemania posguerra, sino que también envía un mensaje a nivel continental sobre el creciente descontento con el status quo y la posibilidad de un cambio drástico en el horizonte político europeo.

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