En un mundo marcado por fronteras y límites territoriales a menudo definidos por la naturaleza misma, como montañas, ríos, y mares, existe un rincón en la península ibérica donde la frontera se dibuja de una manera poco convencional: un simple bordillo de una acera peatonal. Este peculiar escenario se encuentra en una avenida de gran actividad comercial situada en la localidad de Els Límits-La Jonquera, en España, y El Perthús, en Francia, apenas separadas por una acera, en las adyacencias de Figueres, Girona.
La peculiaridad de esta frontera radica en que una parte de la avenida pertenece a España y la otra a Francia, configurando uno de los ejemplos más singulares de convivencia europea. Esta situación facilita un ir y venir constante entre ambos países, hecho que ha fomentado un ambiente único de intercambio cultural y comercial. Los establecimientos de la parte catalana de la avenida, por ejemplo, son frecuentados por ciudadanos franceses en busca de precios más asequibles en productos como el alcohol y el tabaco, lo cual ejemplifica las dinámicas de convivencia y ventajas económicas que nacen de esta configuración fronteriza tan inusual.
Además, la localidad ostenta curiosidades poco comunes en cualquier otro lugar. Entre estas, destaca un árbolo de plátano cuyas raíces y tronco se extienden sobre la dividida acera, situación que ha llevado a que nadie pueda o quiera asignarle una nacionalidad definitiva. Este emblemático árbol es, en sí mismo, un símbolo de la unión y divergencia entre las dos naciones. Otro aspecto singular es que los elementos de mobiliario urbano, como buzones y cabinas telefónicas, muestran una mezcla de identidades, presentando un contraste inmediato al cruzar de un lado a otro de la avenida.
Si bien este escenario ofrece un pintoresco y armónico ejemplo de coexistencia, también presenta sus propios desafíos, como es el caso de la administración de servicios municipales que deben atenderse diferenciadamente. Por otro lado, un hecho que destaca la colaboración entre las comunidades fue el brote de meningitis B, durante el cual los residentes españoles acudieron a farmacias francesas en busca de vacunas, evidenciando una notable solidaridad entre vecinos.
Esta avenida, con su singular configuración y las historias que en ella se tejen, no solo desafía las nociones convencionales sobre fronteras y territorios, sino que también sirve como testimonio del potencial para la convivencia pacífica y la interdependencia entre diferentes comunidades. En una época donde los debates sobre fronteras y migración a menudo resuenan con tensiones, la localidad fronteriza de Els Límits y El Perthús se erige como un faro de convivencia y cooperación transfronteriza.