Hace poco menos de un mes, el mundo del arte se vio sacudido por la misteriosa desaparición de un cuadro de Pablo Picasso, valorado en 100.000 euros. Lo impactante del caso no fue solo la pérdida inicial, sino que el lienzo, que debía haber viajado de Madrid a Granada, nunca salió realmente de la capital. El cuadro pasó todo este tiempo en la casa de Dolores, una portera que lo guardó bajo la creencia errónea de que era un espejo.
Dolores, una mujer sencilla y trabajadora, se sintió sobrepasada por la atención mediática que el asunto despertó. En una entrevista exclusiva, explicó que su decisión de custodiar la pintura se debió a la falta de identificación visible en la obra. «No sabía que era valioso», aseguró con un tono de incredulidad, visiblemente afectada por la situación. Para ella, era solo un objeto que había quedado en el vestíbulo del edificio y que decidió proteger, ignorando su verdadero valor artístico.
Tras el descubrimiento de la verdad, la Policía pasó horas interrogándola. Sin embargo, concluyeron que no había cometido ningún robo; simplemente, se había encontrado en el lugar equivocado en el momento equivocado. Este incidente, lejos de ser un thriller de arte, se convirtió en una anécdota humana llena de malentendidos y confusiones.
El propietario del lienzo también habló por teléfono con el programa «Y ahora Sonsoles». Afirmó estar «muy contento» por recuperar su obra, aunque expresó su deseo de que la historia llegara a su fin. “Ya no hay nada más que hablar”, insistió, apremiado por el escándalo que había rodeado su propiedad.
Sonsoles Ónega, presentadora del programa, empatizó con él, reconociendo el desgaste que provocan estas situaciones. “Sé que está usted cansado de que hablemos del Picasso más famoso de los últimos tiempos», le dijo, intentando cerrar el capítulo de una historia que, aunque difícil de creer, pone de relieve los malentendidos que pueden generarse en torno al arte.
Hoy, la pintura vuelve a estar donde pertenece, pero el eco de esta peculiar historia perdura, recordándonos que incluso en el mundo del arte, la realidad puede ser más extraña que la ficción.








