Ucrania: cómo las exigencias energéticas de Europa han agravado la crisis

En respuesta a la invasión rusa en Ucrania, el canciller alemán, Olaf Scholz, anunció que Alemania ha suspendido la certificación del nuevo gasoducto Nord Stream 2 entre su país y el de Vladimir Putin. La crisis de Ucrania, que avanza a gran velocidad, pone de manifiesto las fisuras que amenazan la unidad europea y transatlántica. En ningún lugar son más visibles estas tensiones que en la forma en que los países abordan sus necesidades energéticas.

El gasoducto Nord Stream 2, que evitará a Ucrania llevando el gas por debajo del Mar Báltico –y más ampliamente, la demanda europea de gas en un momento de precios de la energía excepcionalmente altos– no es una de las razones principales de la crisis ucraniana, pero es un factor que contribuye. El gasoducto ha hecho que Alemania y EE. UU. no se pongan de acuerdo sobre cómo responder a Rusia, y EE. UU. ha declarado que una invasión pondría fin al gasoducto.

La cancelación permanente del gasoducto es una decisión mucho más importante ahora que antes de su construcción y que todas las naciones a las que se les suministrará el gas que va a transportar –República Checa, Austria e Italia, además de Alemania– considerarán cuidadosamente. Incluso la actual suspensión de Alemania puede ser temporal si Occidente llega a un acuerdo con Rusia.

Esto ha hecho incierta una respuesta transatlántica y europea unificada y ha contribuido a crear una oportunidad para Vladimir Putin que ahora ha explotado. La persistencia de la unidad transatlántica frente a este nuevo desafío podría predecir la fuerza de la OTAN y la UE en los próximos años.

Ucrania, que no es miembro de la OTAN/UE, y Estonia, Letonia, Lituania y Polonia, que no se beneficiarán del nuevo gasoducto, se han opuesto a él durante años. La forma en que Polonia ha quedado fuera del acuerdo la ha llevado a comparar ambas conexiones del Nord Stream con el pacto de no agresión Molotov-Ribentrop de 1939 entre la Alemania nazi y la URSS que dividió a Polonia entre ambos.

La posición de Francia ha sido más ambigua. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha advertido que el gasoducto no debe aumentar la dependencia europea del gas ruso. Sin embargo, el ministro francés de Energía, Bruno Le Maire, criticó recientemente la idea de cancelarlo.

La política energética de Alemania es crucial en este sentido. El país persigue agresivos objetivos de reducción de carbono, al tiempo que elimina la producción de energía nuclear. Por ello, Alemania está invirtiendo decenas de miles de millones de euros en energías renovables.

Sin embargo, la energía solar y la eólica siguen dependiendo de los combustibles fósiles –carbón, petróleo y gas natural– para compensar los periodos nublados o de vientos en calma. La política energética limpia alemana dicta que el gas natural es la opción preferida.

Un tercio del gas alemán ya procede de Rusia. Confiaba en Nord Stream 2, que duplica la capacidad original de Nord Stream 1, para obtener capacidad adicional. En su lugar, Alemania está aceptando la oferta de gas natural estadounidense.

El hecho de que Berlín deje de lado el Nord Stream 2 es una de las sanciones más graves impuestas a Rusia. La paralización del gasoducto afecta al Kremlin a nivel financiero. Las nuevas sanciones energéticas, a diferencia de las sanciones existentes contra individuos y empresas estatales rusas, pueden haber sido una sorpresa.

Si Rusia considera creíbles estas sanciones, podrían resultar eficaces sobre la política exterior rusa. La Casa Blanca y los líderes europeos parecen estar evitando otras sanciones que golpearían el corazón del sistema financiero ruso, dejando presumiblemente estas para una invasión a gran escala.

Estrategias de negociación

Alemania ha destacado en los últimos años por su reticencia a penalizar a Rusia. Se ha negado a enviar armas a Ucrania –y ha prohibido a Estonia enviar toda la artillería pesada de fabricación alemana que posee– respaldándose en la legislación alemana.

Los críticos han acusado al país de utilizar su Constitución como pretexto para anteponer las necesidades energéticas a las obligaciones del Tratado y a la unidad de Europa. Sugieren que las acciones y la retórica alemanas ya han sacudido la fe de los socios del país en Europa central.

El partido de Scholz, los socialdemócratas, ha pedido durante mucho tiempo la mejora de las relaciones con Rusia. El jefe de la marina alemana dimitió en enero de 2022 tras sugerir que Rusia era un aliado natural de Alemania para equilibrarla contra una China en ascenso.

Una declaración de este tipo por parte de un alto funcionario va en contra de la política exterior oficial alemana y fomenta la sospecha y la desconfianza sobre las intenciones del país dentro de las instituciones europeas. Los nuevos miembros de la UE y de la OTAN pueden, comprensiblemente, preguntarse cómo reaccionará Alemania ante futuras crisis.

Matthew Christopher Kolasa no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.

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