TSMC acelera hacia el dominio de los chips de 1 nm con una megainversión en Taiwán

La taiwanesa TSMC, líder global en fabricación de semiconductores, ha intensificado su apuesta por consolidar su hegemonía tecnológica con la construcción de una nueva planta en Shalun, Tainan, destinada a la producción de chips de 1 nanómetro (nm). Este ambicioso proyecto, bautizado internamente como «Fab 25», se enmarca en una estrategia clara: mantener la delantera frente a competidores como Intel y Samsung, y reforzar su producción en Taiwán frente a las presiones económicas y geopolíticas de Estados Unidos y China.

La nueva instalación, conocida como Giga-Fab, albergará seis plantas de obleas de 12 pulgadas, las de mayor tamaño disponibles actualmente. Este desarrollo no solo refuerza la posición de TSMC como líder absoluto en la industria, sino que también impulsa la transformación del sur de Taiwán en un nuevo polo tecnológico, con ambiciones de convertirse en un «Silicon Valley asiático».

Una apuesta estratégica en tiempos de tensión geopolítica

La decisión de TSMC de centrar su producción de 1 nm en Taiwán no es casual. La empresa, que ya ha expandido su presencia internacional con fábricas en Estados Unidos, Japón y Alemania, está enviando un mensaje claro a Washington: no cederá su liderazgo tecnológico ni trasladará sus procesos más avanzados fuera de su país de origen.

Este movimiento llega en un momento de creciente tensión entre Taiwán, China y Estados Unidos. Mientras la Administración Biden promueve la relocalización de la producción de semiconductores en suelo estadounidense, con ayudas millonarias incluidas en la Ley CHIPS, TSMC ha optado por reforzar su base operativa en Taiwán. Esta decisión, según analistas, podría desencadenar represalias comerciales, como posibles aranceles del 100% promovidos desde el entorno de Donald Trump en caso de una nueva presidencia republicana.

El desafío técnico y financiero del 1 nm

El desarrollo de la tecnología de 1 nm representa uno de los mayores desafíos técnicos y financieros en la historia de los semiconductores. TSMC planea integrar billones de transistores mediante arquitecturas avanzadas y packaging 3D, una hazaña que requiere inversiones estimadas en más de 32.000 millones de dólares. La producción en masa de estos chips está prevista para 2030, aunque la empresa taiwanesa ya está trabajando para superar los obstáculos técnicos, como las bajas tasas de rendimiento y la escasez de materiales clave.

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Mientras tanto, sus principales competidores, Intel y Samsung, siguen luchando por cerrar la brecha tecnológica. Sin embargo, TSMC ha consolidado su posición dominante en el sector, asegurándose una parte sustancial de los pedidos de gigantes tecnológicos como NVIDIA, especialmente en el ámbito de los chips para inteligencia artificial (IA).

El papel clave del gobierno taiwanés

El gobierno de Taiwán está jugando un papel fundamental en este proyecto. La Administración del Parque Científico del Sur de Taiwán está evaluando la viabilidad del nuevo Parque Científico Ecológico de IA en Shalun, que atraería inversiones en materiales y equipos periféricos. Además, se están promoviendo incentivos fiscales y logísticos para fortalecer el llamado «Corredor de Semiconductores S», una iniciativa impulsada por el alcalde de Kaohsiung, Chen Chi-mai, que integra múltiples parques tecnológicos e industriales.

La sombra de China y la carrera por el futuro

Taiwán no solo enfrenta presiones desde Estados Unidos, sino también desde China, que está desarrollando sus propias capacidades en litografía ultravioleta extrema (EUV), una tecnología clave para la producción de chips avanzados. Si Pekín logra avances significativos en los próximos dos años, podría convertirse en el rival más fuerte al que TSMC se haya enfrentado hasta ahora.

En este contexto, la producción de chips de 1 nm se ha convertido en una cuestión de estado para Taiwán. Con el apoyo del gobierno y una inversión sin precedentes, TSMC tiene cinco años para resolver los desafíos técnicos y financieros que plantea este proyecto. Si lo logra, no solo consolidará su liderazgo en la industria de semiconductores, sino que también reafirmará la posición de Taiwán como un actor clave en la geopolítica tecnológica global.

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