Hace apenas diez días, un nuevo capítulo en el conflicto de Gaza parecía abrirse con la aceptación del alto el fuego por parte de Israel y Hamás, todo bajo el auspicio del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Este anuncio llegó justo antes de la entrega del Nobel de la Paz, un momento que muchos vieron como un avance significativo tras meses de hostilidades. Sin embargo, la tregua se vio rápidamente amenazada por la reanudación de ataques israelíes, que resultaron en la muerte de 24 personas en Gaza, desencadenando nuevas tensiones.
A pesar de los disturbios, Trump mantuvo su optimismo, afirmando que el alto el fuego continuaba vigente y sugiriendo que los líderes de Hamás podrían no haber estado involucrados en los ataques atribuidos a ellos. Esta incómoda dualidad de la situación llevó a que la ayuda humanitaria para Gaza se reiniciara bajo presión estadounidense, mientras que negociadores de alto nivel de la administración de Trump llegaban a la región para mediar y asegurar el compromiso de ambas partes con el acuerdo.
Sin embargo, el camino hacia la paz es empedrado. La situación se torna más compleja con las dificultades de recuperar los cuerpos de los rehenes y con la polémica sobre las acciones de Israel al considerar a los civiles como objetivos en su línea de defensa. Con el número de víctimas civiles aumentando y las direcciones de las estrategias militares en duda, el escenario en Gaza sigue siendo altamente volátil y requiere atención continua de la comunidad internacional.
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