La tensión entre Estados Unidos y Venezuela alcanza nuevas cotas con la reciente declaración del presidente Donald Trump, quien anunció que los ataques dentro del territorio venezolano comenzarán «muy pronto». Estas afirmaciones se producen tras meses de operaciones contra supuestas narcolanchas en el Caribe y el océano Pacífico, las cuales han resultado en más de 80 muertes. Trump, en su reunión con el gabinete, expresó confianza en la capacidad de sus fuerzas armadas para identificar y atacar a quienes considera narcotraficantes en Venezuela.
En esta escalada de hostilidad, Trump no solo se dirige directamente a Maduro, advirtiendo a cualquier país que trafique droga hacia EE.UU. de que «está sujeto a ataques», sino que también ha establecido un difícil diálogo con el mandatario venezolano. Filtraciones indican que Maduro propuso dejar el cargo a cambio de una amnistía total, así como el levantamiento de sanciones. Sin embargo, la Casa Blanca ha rechazado casi todas las condiciones, limitándose a ofrecer un salvoconducto para que Maduro y su familia abandonen el país.
A medida que la situación se complica, los ataques en el mar han suscitado críticas internacionales, especialmente tras informes de bombardeos en los que se presuntamente se aseguraron eliminar a sobrevivientes. A pesar de la controversia, el Pentágono asegura que sus operaciones son legales y están justificadas, mientras las organizaciones de derechos humanos expresan su creciente preocupación por la posibilidad de que estos actos se consideren crímenes de guerra. La comunidad internacional observa con inquietud cómo se desarrollan los acontecimientos en esta crisis que podría tener profundas repercusiones.
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