En una medida que ha enviado ondas de choque a través de las principales capitales de Asia, Donald Trump ha decidido cerrar definitivamente el capítulo de Ucrania, dejando entrever que Estados Unidos podría retirarse de compromisos internacionales de largo alcance para enfocarse en enfrentar a China. Este giro ha desatado una mezcla de temor y alarma entre los aliados estadounidenses, particularmente en Asia, donde la duda surge acerca de si Washington podría abandonar su paraguas defensivo sobre ellos, similar a lo ocurrido con Kiev frente a Vladímir Putin.
El concepto de «pivotar hacia Asia», acuñado por Barack Obama en 2011, ha sido un elemento recurrente en la política exterior estadounidense, reflejando la importancia estratégica del continente. Sin embargo, sucesos globales como el ascenso del Estado Islámico y las acciones de Rusia en Ucrania, así como el pacto nuclear con Irán, han requerido de la atención constante de Estados Unidos, desviando sus recursos y su enfoque.
Con el retorno de Trump a la Casa Blanca, se esperaba que Asia y el desafío de China regresaran al centro de la política exterior. Sin embargo, la actual decisión de desviar la mirada de Ucrania ha suscitado dudas sobre la viabilidad de este retorno, generando especulaciones sobre un posible reordenamiento de alianzas y un incremento en el armamentismo regional, incluso mencionándose el riesgo de un rearme nuclear.
En la Península de Corea, donde la tensión ha sido una constante desde el armisticio de 1953, la posibilidad de un Estados Unidos menos comprometido ha llevado a Corea del Sur a contemplar opciones previamente inimaginables, incluida la adquisición de armas nucleares. Esto refleja un cambio dramático en la postura tradicional del país, impulsado por las inversiones en tecnología militar y la amenaza percibida de Corea del Norte.
Japón, por su parte, enfrenta un dilema similar. La pacifista constitución japonesa, un legado de la posguerra, ha limitado las capacidades militares del país. No obstante, ante la creciente amenaza de China y Corea del Norte, al igual que las incertidumbres acerca del compromiso estadounidense en la región, Japón podría verse forzado a reevaluar su postura en materias de defensa, incluso considerando romper tabús históricos alrededor del rearme y el desarrollo de capacidades nucleares propias.
La situación de Taiwán es particularmente delicada. Las recientes declaraciones de representantes estadounidenses sugieren un cambio en la priorización de Taiwán en la estrategia de defensa de Estados Unidos, induciendo a la isla a aumentar su gasto en defensa. Taiwán, crucial para la industria tecnológica global y especialmente para la estadounidense, se encuentra en una encrucijada entre reforzar su defensa y mantener las relaciones con su principal protector.
La posible retirada estadounidense abre el escenario a nuevas alianzas en la región. Corea del Sur y Japón, pese a las históricas tensiones, encuentran en la cooperación militar una respuesta necesaria ante la reconfiguración del orden de seguridad. Asimismo, este vacío podría significar una oportunidad para Europa, la cual podría convertirse en un socio clave en defensa para países asiáticos en busca de alternativas a la protección estadounidense.
Este cambiante escenario geopolítico sugiere un futuro incierto para Asia, en el que viejas alianzas se ponen a prueba mientras emergen nuevas dinámicas. La decisión de Estados Unidos de concentrarse en China, dejando de lado otras responsabilidades internacionales, no sólo redefine su papel en el mundo pero también forza a sus aliados a reimaginar sus estrategias de seguridad en un entorno cada vez más complejo y potencialmente hostil.