En Líbano, una minoría se distingue por su singular posición en el conflictivo panorama político y social del país: son libaneses, pero también expresan abiertamente su amistad hacia Israel. Esta postura choca con la compleja y tensa relación histórica entre ambas naciones, marcada por conflictos y desconfianza. Entre ellos, hay descendientes de aquellos que siguieron las órdenes de Ariel Sharon durante la guerra civil libanesa, participando en la masacre de más de dos mil palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Shatila. También figuran aquellos que nostálgicamente anhelan un Líbano como el de la época inmediatamente posterior a la independencia de Francia, cuando la mayoría cristiana ostentaba el poder demográfico y político.
Estas personas, aunque conscientes de ser minoría, comparten un profundo resentimiento hacia Hezbolá e Irán, a quienes culpan de arrastrar al país hacia conflictos bélicos no deseados. Entre sus objetivos y anhelos figura la creación de un Líbano diferente, aspirando a un estado federal que incluya un Monte Líbano cristiano y autónomo.
La estrategia de Israel de buscar aliados en esta comunidad libanesa no es nueva. Recientemente, el primer ministro israelí, Netanyahu, hizo un llamado a actuar contra Hezbolá, sugiriendo que tienen la oportunidad de «salvar el Líbano antes de que caiga en el abismo de una larga guerra», reminiscente al fracasado intento de 2006 durante la invasión del Líbano. La diferencia en la actual estrategia radica en que los ataques israelíes se han extendido incluso a regiones cristianas, sin presencia militar de Hezbolá, provocando reacciones mixtas entre los libaneses.
Lucía, una joven católica maronita, expresa su tristeza y sorpresa al ver que Israel ha atacado lugares como Ehden, el pueblo cristiano de sus abuelos. Esta acción ha generado en algunos una mayor afinidad por la «resistencia» que ofrece Hezbolá, aunque para otros ha reafirmado su oposición al grupo militante, sugiriendo alternativas políticas incluso si eso implica alinearse con Israel.
La emergencia de Samir Geagea y las Fuerzas Libanesas como figura y partido referente en la oposición a Hezbolá, respectivamente, señala un cambio político. A pesar de la controversia y las divisiones, los llamados a una solución pacífica con Israel y en contra de la influencia de Hezbolá en el Líbano resuenan entre algunos sectores.
Además, la presencia de grupos paramilitares como los Jnud ar-Rab, «Soldados del Señor», subraya la compleja mezcla de política, religión y militancia que define la región. Este grupo, compuesto por jóvenes cristianos, patrulla ciertas áreas de Beirut para «protegerlas» de lo que consideran amenazas, demostrando la polarización y las tensiones en el país.
En contraste, la comunidad internacional y los cascos azules de la ONU tratan de mediar y mantener la paz en una región constantemente al borde del conflicto. La situación en Líbano, en particular el papel de ciertos sectores cristianos y su relación con Israel, pone de relieve las complejidades de la geopolítica de Medio Oriente, donde la historia, la religión y la política se entrelazan de manera intrincada.