En otoño de 1881, un pequeño pueblo inglés, Godalming, se convirtió en un pionero de la electrificación al ser el primer lugar del mundo en contar con un suministro público de electricidad, aunque el experimento fue efímero y limitado. Hoy, la situación es diferente pero igualmente crítica en Europa, donde la creciente demanda de electricidad y la diversificación de fuentes de energía se encuentran con una infraestructura anticuada que no está a la altura de las necesidades actuales. Apagones frecuentes, como el que afectó a España y Portugal en abril de 2024, subrayan la vulnerabilidad de un sistema que opera al borde de sus capacidades, revelando lo esencial que es modernizar las redes eléctricas para garantizar una transición energética eficaz.
España, a pesar de su avanzada infraestructura eléctrica -con un 66% de su capacidad renovable y precios competitivos en el mercado mayorista-, se enfrenta a un estancamiento en la expansión de su red eléctrica. Se ha reportado que solo el 10% de las solicitudes de conexión a la red realizadas por la industria fueron autorizadas, lo que pone en riesgo inversiones por valor de 60.000 millones de euros. Con una vasta cartera de proyectos renovables que superan la capacidad actual, las redes diseñadas para una era basada en combustibles fósiles son cada vez más ineficaces. Esto, junto con una limitada interconexión con otros países, ha convertido a la península ibérica en un «banco energético» aislado, incapaz de aprovechar su potencial.
La situación en España no es un caso aislado; por todo Europa, proyectos industriales están siendo retrasados debido a la falta de capacidad en las redes locales. En este contexto, se hace urgente que la Comisión Europea priorice la modernización de la infraestructura energética. Sin acciones coordinadas para simplificar permisos, aumentar la interconexión y promover la digitalización de las redes, Europa no solo perderá su competitividad en la industria limpia, sino que también socavará sus objetivos climáticos. La experiencia del apagón español resalta que, sin redes resilientes, incluso la más innovadora de las economías puede quedarse a oscuras.
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