Una catástrofe sin precedentes ha azotado Papúa Nueva Guinea, dejando a más de 2.000 personas enterradas por una avalancha masiva en una remota localidad al norte del país, cerca de la mina de oro Porgera, en la provincia de Enga. El desastre, ocurrido en la madrugada del viernes, ha provocado una destrucción significativa, bloqueando la principal vía de acceso a la mina y afectando gravemente el sustento económico de la región, según informes del Centro Nacional de Desastres.
La carta enviada a la ONU describe una situación todavía inestable, con el riesgo de nuevas avalanchas que amenazan tanto a los equipos de rescate como a los sobrevivientes que aún se encuentran en la zona. La inestabilidad del terreno ha dificultado los esfuerzos de rescate y la comunicación con el área afectada, lo que ha llevado a la Oficina de Coordinación de la ONU en Papúa Nueva Guinea a establecer centros de evacuación para albergar a los afectados por la tragedia.
El deslizamiento, causado por razones aún desconocidas, ha tenido un impacto devastador en la comunidad de Kaokalam, ubicada a unos 600 kilómetros de la capital, Port Moresby. El Ministerio de Defensa del país, junto con el apoyo de autoridades locales, provinciales y organizaciones internacionales, lidera un operativo de rescate en un área que alberga a más de 4.000 personas, incluyendo a numerosos niños y a desplazados por conflictos y enfrentamientos tribales recientes.
A pesar de los desafíos, se ha logrado proporcionar asistencia médica a seis supervivientes, incluido un niño, mientras continúa la búsqueda de desaparecidos. Las cifras del domingo de la Organización Internacional para las Migraciones estiman que 670 personas quedaron enterradas bajo la avalancha, aunque el Centro Nacional de Desastres eleva esa cifra a 2.000, un dato que, debido a las difíciles condiciones, se maneja con cautela.
El desastre ha desplazado a aproximadamente 1.000 personas y ha generado una gran preocupación por las complicaciones para acceder al sitio y por la comunicación con los afectados. Este lamentable evento se suma a la crisis que atraviesa el gobierno del primer ministro, James Marape, enfrentado a posibles mociones de confianza tras la desavenencia de miembros de su partido.
Además, este suceso pone de relieve la vulnerabilidad de Papúa Nueva Guinea, ubicada en el Anillo de Fuego del Pacífico, una zona propensa a fenómenos naturales como terremotos y erupciones volcánicas, en un país donde la riqueza natural contrasta con la extrema pobreza y el aislamiento de gran parte de su población. La comunidad internacional observa con preocupación mientras continúan los esfuerzos de rescate y asistencia a las víctimas de una de las mayores tragedias naturales en la historia reciente del país.