En el mundo de la televisión, donde cada segundo cuenta, el programa Y ahora Sonsoles mantiene un ritmo frenético. Con casi tres horas de duración cada tarde, la directora, Sonsoles Ónega, se enfrenta al desafío de organizar y priorizar una extensa variedad de temas que necesitan ser abordados. Sin embargo, el dinamismo del plató a veces desborda esa rigurosa agenda.
Este fue el caso en un reciente episodio, donde Pilar Vidal, una de las colaboradoras del programa, aprovechó el tiempo para hacerle un sencillo pero emotivo mensaje a Ónega. Tras haber estado en contacto con varios fans del programa, Pilar compartió las palabras de aliento que había recibido. «Todos ven el programa», dijo Vidal, añadiendo un curioso dato: «Hay un dentista que pone Y ahora Sonsoles en su sala de espera». Este pequeño guiño a la popularidad del magacín arrancó una sonrisa de agradecimiento en la presentadora.
«¡Menuda maravilla! Muchísimas gracias a todas las personas que se han acercado a Pilar para decirle que nos ven cada tarde», respondió Ónega con un sincero entusiasmo. El cariño del público se palpaba en ese intercambio, en el que la presentadora, a pesar de estar sometida a una rigurosa cronometría, no pudo evitar disfrutar de un momento humano.
No obstante, el tiempo es implacable, y a medida que la conversación se desarrollaba, la directora sintió que era necesario intervenir. «¿Podemos terminar el programa?» preguntó con firmeza, levantando la voz para hacerse escuchar sobre el bullicio del plató. Ónega no pudo resistir un toque de humor ante la reprimenda de su jefa. «Me están echando una bronca de narices», compartió con la audiencia, mientras la tensión se aligeraba en el ambiente.
Vidal, siempre dispuesta a mantener el buen ánimo, se defendió con una sonrisa, explicando que tenía recados que dar. Mientras la conversación no duró más de un minuto, fue suficiente para mostrar el auténtico espíritu del programa, donde la camaradería y el afecto son la base de un trabajo en equipo.
La dinámica continuó cuando Sonsoles agradeció a Pilar por los recados y también por la recomendación literaria del libro Luz y taquigrafía, lo que evidenció que, a pesar de la necesidad de mantener el control, había lugar para la conexión personal y el intercambio de intereses más allá de la pantalla. Luego, con la llamada de atención aún presente, la presentadora decidió retomar el hilo de la escaleta, consciente del inexorable paso del tiempo en las tardes televisivas.
