En un giro inesperado de eventos que desafía las promesas previas de apoyo, Transnistria, región separatista de Moldavia de habla mayoritaria rusa, encara una alarmante crisis energética tras el cese del suministro de gas natural desde Rusia. A pocas semanas de la expiración del crucial contrato de tránsito de gas a través de Ucrania hacia Europa, las autoridades locales y la ciudadanía se enfrentan a un frío invernal sin precedentes, que pone a prueba la resiliencia y las promesas de solidaridad de Moscú.
Vadim Krasnoselski, líder prorruso de la región, calificó la situación de difícil pero controlable, a pesar del abrupto déficit de calefacción que afecta no solo a residencias sino también a escuelas, edificios administrativos, y guarderías. El giro hacia el carbón por parte de la planta eléctrica principal como alternativa temporal ilustra los esfuerzos de Transnistria por mitigar el impacto del corte de gas en los servicios básicos durante los meses de invierno más críticos. Sin embargo, las declaraciones de los funcionarios subrayan la precariedad de las circunstancias y el inminente temor a una crisis humanitaria de mayor envergadura si la situación persiste o se agrava.
La emergencia energética no se limita a la esfera residencial y educativa; el sector empresarial local, crucial para la economía de Transnistria, también ha sentido el golpe. Muchas empresas se han visto obligadas a cerrar sus puertas, excepto aquellas dedicadas a la producción de alimentos, marcando un punto de inflexión que podría desencadenar “cambios irreversibles” en el tejido económico de la región, según Sergei Obolonik, primer viceprimer ministro de la región.
Este escenario ha intensificado las tensiones con Moldavia, que también se ve afectada por el cese del tránsito de gas ruso y ha tenido que declarar el estado de emergencia energética, buscando fuentes alternativas de energía y enfrentándose a un inevitable aumento en los costos. La presidenta moldava, Maia Sandu, enfatiza la naturaleza política detrás de la crisis, sugiriendo que Moscú busca desestabilizar a Moldavia con miras a influir en las próximas elecciones parlamentarias y revertir el curso pro-europeo que el país ha seguido bajo su liderazgo.
El vínculo de Transnistria con Rusia, sustentado por la presencia militar rusa en la región desde los años noventa, y las promesas de apoyo frente a desafíos energéticos, chocan con la realidad actual, revelando las complejidades de la política energética y sus repercusiones en la estabilidad regional y la vida de los ciudadanos. A medida que el invierno avanza, Transnistria y Moldavia se enfrentan a una encrucijada crítica, donde la soberanía, la seguridad energética y las influencias geopolíticas convergen en una crisis que podría redibujar el mapa de alianzas y dependencias en la región.