En un emotivo testimonio, Zeev Kirtchuck, quien estuvo presente durante el asesinato del primer ministro Isaac Rabin en 1995, reflexiona sobre los últimos 30 años de conflicto en Israel. Este doloroso evento truncó la que muchos veían como la última gran esperanza de paz en la región, siguiendo la firma de los acuerdos de Oslo que Rabin ayudó a orquestar. Estos acuerdos, históricos en su intento de sentar las bases para un futuro Estado palestino, ahora parecen un recuerdo lejano ante la actual escalada de violencia.
Kirtchuck, quien fungió como asesor gubernamental durante ese crucial periodo, mantiene una fuerte posición sobre la actual política militar de Israel, liderada por el primer ministro Benjamin Netanyahu. Frente a las acusaciones de genocidio en Gaza, Kirtchuck es enfático: Israel simplemente se está defendiendo de ataques terroristas. Describe escenas desgarradoras del ataque del 7 de octubre por parte de un grupo extremista musulmán, en el que los civiles israelíes fueron brutalmente atacados, subrayando la utilización de infraestructuras civiles por Hamas para lanzar ataques contra Israel. Para Kirtchuck, la narrativa de genocidio es inadmisible, recordando el Holocausto como un trágico capítulo en la historia judía que impide semejante actuar.
A pesar de las críticas, Kirtchuck confía en que cualquier conflicto bélico eventualmente encontrará su resolución en la diplomacia. Sin embargo, insiste en que la seguridad de Israel no puede comprometerse y acusa a los palestinos de no reconocer la permanencia del estado judío, lo cual es fundamental para cualquier avance hacia la paz. También opina sobre la fluctuante relación entre Estados Unidos e Israel, sugiriendo que los problemas actuales son más personales entre líderes que indicativos de un alejamiento real entre ambos países.
Respecto a la posibilidad de desmantelar asentamientos judíos en Cisjordania, Kirtchuck admite la complejidad del asunto, sugiriendo que un acuerdo de paz probablemente requerirá concesiones de ambas partes. A pesar de las dificultades, él ve la paz como el único camino a seguir, aunque lamenta la ausencia de un movimiento comparable de paz por parte de los palestinos y otros estados árabes y musulmanes.
Con una visión práctica, pero cargada de una esperanza condicional, la entrevista a Kirtchuck ofrece una ventana al doloroso dilema de Israel: la búsqueda de seguridad en medio de un conflicto aparentemente interminable, mientras se navega la política interna y las complicadas relaciones internacionales. Su reflexión final rechaza la idea de que el proyecto sionista esté en peligro, sino que, por el contrario, se fortalecerá adaptándose a los cambios del mundo.