Pilar Serrano de Menchén: “Romero de Ávila siempre se ha ido deslizando, a través de la palabra, por la denuncia veraz y por una cercanía entrañable de lo que ocupa y preocupa a la sociedad; y lo ha hecho a través de un creacionismo latente, comprometido, conectado siempre con la realidad”. No podríamos describir mejor el sentir de la poesía del “Hijo Predilecto” de La Solana, que con el anterior párrafo que, la poeta de Argamasilla de Alba, le dedica a Santiago Romero de Ávila.
Santiago Romero de Ávila y García-Abadillo, nació en La Solana (Ciudad Real) en 1948. Estudió el Bachillerato Elemental y Superior, y la carrera de Magisterio. Está en posesión de numerosos premios de poesía, pero su galardón más importante es que con fecha 22 de julio de 2010, el Ayuntamiento en Pleno, por unanimidad de todos los miembros, le nombró “Hijo Predilecto” de su ciudad natal, La Solana, por haber llevado, con noble orgullo, el nombre de su pueblo, culturalmente, por toda la geografía española, a través de su lírica poesía. Figura en más de treinta antologías y ha intervenido en numerosos recitales colectivos e individuales. Tiene publicados nueve libros de poesía. Está casado, tiene dos hijos y cuatro nietos. Reside en Ciudad Real.
Santiago confiesa abiertamente y sin rubor que el “encanto, el cariño y el amor” de su mujer fue la raíz de sus versos, Afirmando que “la verdadera poesía garantiza específicamente la supervivencia de la sociedad”. Poesía que “ampara al ser humano que camina ensimismado desde siglos por esta enorme senda”.
Pilar Serrano de Menchén nos dice que en Santiago “vemos y leemos a un poeta total, sin límites; pues, al igual que Cervantes, “ve la razón de su sinrazón”, anotando su sentir en las líneas de sus versos”. Y un claro ejemplo de esta afirmación de la poeta de Argamasilla de Alba, son las respuestas, en gran parte, en verso a nuestras preguntas de la siguiente entrevista:
Háblenos de su infancia.
Nací en La Solana, en una familia humilde –mi padre un labrantín manchego– que arañaba permanentemente a la tierra el sustento del matrimonio y de sus tres hijos. Fui monaguillo en la Parroquia de Santa Catalina desde los 7 años hasta los 12, cuando inicié mis estudios de bachillerato laboral en el Instituto de Enseñanza Media “Sotomayor” de Manzanares.
Aquella época nostálgica, plena de sueños infantiles, golpea en mi memoria como una aldaba gigante, cuando vienen y me invaden los virginales recuerdos de los impúdicos juegos en el parque cercano a mi domicilio o en las era de pan trillar que divisaba desde la ventana del amplio camaranchón
¿Qué persigue ahora?
En varias ocasiones he repetido lo que actualmente persigo en mi caminar poético; pido que se quebrante el búcaro de lágrimas, que se acuchille el desamor hiriente, que se marchite el odio en una zanja y la aflicción medrosa se encarame cuando la paz encienda sus candiles. Pido que cese el ventarrón más áspero, pido que se alcen besos decisivos y que en los labios de candor se enreden los más ardientes y altos juramentos.
¿Qué ama más?
Amo con toda intensidad la placidez y la paz familiar (la esposa, los hijos, los nietos…) ahí va un breve ejemplo del amor a los nietos:
cuatro nietos, puros trinos/ del más casto y frágil pájaro,/ cuatro angélicas auroras/ con el perfume más cálido,/ cuatro urgentes resplandores/ de un sinfónico remanso.
¿Cómo le cogió el gusto a la poesía?
Mis primeros torpes y atolondrados versos surgen cuando en la pura adolescencia mi corazón empieza a enderezar sus pálpitos hacia la niña candorosa que me robaba los cálidos ensueños y que después me llevó al altar y me dio dos hijos maravillosos. El encanto, el cariño y el amor de mi mujer fue la raíz de mis versos.
¿Por qué escribe?
Después, el empecinamiento, la práctica, la sensibilidad, el estudio de la preceptiva, fue lo que me hizo avanzar por este camino de cardenchas. Decía Carlos Murciano –el mejor sonetista de España– “aprende la preceptiva y olvídala, te acompañará siempre”. Bien es cierto que no se es un verdadero poeta aquel que domina la forma, pero es vano el contenido. Mi querido y recordado poeta Vicente Cano, en uno de sus poemas indicaba: Que no se llame poeta/ quien anda alineando versos/ que le falta corazón/ aunque le sobre cerebro.
¿En qué cosas está más cerca y en qué cosas está más lejos del poeta que era de joven?
Procuro estar más cerca de la bondad, de la sinceridad y de la generosidad; y trato de alejarme del falso orgullo y de las tétricas vanidades.
¿Qué dimensión le da la poesía al ser humano?
La verdadera poesía garantiza específicamente la supervivencia de la sociedad, por lo tanto, la del ser humano que vibra con cada verso cuando marcha por la vida como en una eterna procesión enamorada y que confiesa, cada aurora, su pecado de amor enardecido. La poesía ampara al ser humano que camina ensimismado desde siglos por esta enorme senda, y que pide cada noche la carga de justicia que al mundo le hace falta.
Usted va a participar en el próximo encuentro de poetas cuyo lema es Palabras a la muerte. Antes de este encuentro, ¿se colaba la muerte en sus poemas?
En mi poesía, la muerte ha ocupado siempre innumerables espacios, pienso en ella irremediablemente. Aquí un ejemplo con este soneto triste titulado Augusto camposanto:
En la solemnidad de estos tapiales/ donde el dolor levanta su estatura/ entierra el mundo su oración más pura/ mientras cercena estériles rosales./ Sobre un ciprés tiritan dos pardales/ en un afán de miedo y de ternura,/ y el corazón sepulta su amargura/ en un zanjón de agudos pedernales./ Aquí brilló mi llanto y mi tormento/ donde la paz se enluta y se agiganta;/ aquí arraigó mi ardiente juramento/ como un dogal ciñendo mi garganta./ Trina en la tapia un mirlo soñoliento/ que no sabrá jamás si llora o canta.
¿Se siente más cerca de la muerte o de la infancia?
Por supuesto mucho más cerca de la muerte que de la infancia; aunque cada mañana pienso, y pido con locura regresar a los lirios de la infancia:
Hay que volver al pueblo, a las raíces/ donde la paz, silente, se apuntala/ cuando el jilguero trine en mil rosales/ su recital de fusas encumbradas./ ¡Cómo me duele el búcaro de pena/ que cada tarde inunda mi garganta!/ ¡Cómo me punza el vendaval de ortigas/ este escozor de hondísimas nostalgias!
¿Qué es para usted la vida?
La vida.-
Porque la vida es gozo y es tristeza,/ y es sumisión total y es rebeldía,/ y es un quintal de llanto y de alegría,/ genuflexión de arrojo y de tibieza;/ fiero escorpión que, audaz, se despereza/ en una cueva lóbrega y vacía,/ una continua y cruel palomería/ donde se abate, en vuelo, la pureza./ Y es que la vida es lágrima constante/ y una sonrisa breve y vacilante/ que nunca llega rauda y encendida./ Pero aunque el lirio azul de la dulzura/ se nos convierta en cardo de locura/ hay que seguir luchando por la vida.
¿Qué es para usted la muerte?
La muerte.-
Porque la muerte acecha en cada esquina/ y a cada instante afila sus cuchillos,/ porque nos clava, cruenta, sus colmillos/ y en su corral de angustia nos hacina;/ porque es traidora y cruel, porque camina/ con el dolor y el odio en los bolsillos,/ porque nos pone aulagas y cadillos/ donde el amor más cándido germina./ Con su guadaña puesta en mi garganta/ un miserere agónico me canta/ y a mi valor le incita a que deserte./ Pero aunque ponga toda su amargura/ en anunciarme fecha y sepultura/ yo seguiré luchando hasta la muerte.
¿Qué le duele más de la muerte?
Lo que más me duele de la muerte es “La eterna soledad”
Negra prisión de apasionante umbría,/ vertiginoso túnel de amargura,/ pozo brutal de avariciosa hondura,/volcán inverso que la luz ansía./ En este hondón de lánguida agonía/ ya no retumban versos de dulzura/ y hay en la losa un mirlo que inaugura/ su urgente canto al despuntar el día./ A oscuras, triste, y al final rendido/ en un bancal de oscura lontananza,/ abandonado en un rincón perdido/ de este corral de tétrica bonanza;/ aquí ya siempre, eternamente hundido/ en este erial de inútil esperanza.