En un giro sorpresivo que sacude el espectro político europeo, el grupo Identidad y Democracia (ID), conocido por ser el ala más a la derecha en el Parlamento Europeo, ha tomado la decisión de expulsar a Alternativa para Alemania (AfD), un movimiento que destaca las crecientes tensiones internas y la intolerancia a ciertas posturas extremistas dentro de las agrupaciones de derecha.
La decisión, efectiva de manera inmediata, se produce tras una serie de controvertidos incidentes protagonizados por Maximilian Krah, la figura principal de AfD en el contexto europeo. Sus recientes declaraciones, en las que sugería que no todos los que vistieron el uniforme de las SS durante la Segunda Guerra Mundial eran criminales, han encendido las alarmas y generado un rechazo mayúsculo, no solo dentro de ID sino también entre otras agrupaciones políticas europeas.
La respuesta no se hizo esperar. Reagrupación Nacional de Marine Le Pen y Jordan Bardella, junto a la Lega de Matteo Salvini, fueron los primeros en tomar distancia, marcando así el inicio de una ruptura significativa. Las declaraciones de Krah no hicieron más que profundizar una crisis ya latente, evidenciada cuando a principios del año surgieron discusiones entre miembros del AfD y facciones neonazis sobre políticas raciales, lo que generó rechazo incluso dentro de sus propias filas.
La situación para AfD se ha complicado aún más con la figura de Krah retirándose del frente de campaña y abandonando su posición de liderazgo en un intento por preservar la unidad del partido, un gesto que parece haber llegado demasiado tarde. Las investigaciones sobre acusaciones de espionaje y la recepción de fondos indebidos han añadido más leña al fuego, contribuyendo a la percepción de un partido en caída libre, moral y políticamente.
Este escenario pone de manifiesto las fisuras dentro del bloque de derecha en el Parlamento Europeo, un espacio anteriormente cohesionado por objetivos y visiones compartidas. Ahora, la partida de AfD deja una incógnita sobre la capacidad del grupo ID de mantener su unidad y sobre cómo estas tensiones podrían redefinir las alianzas dentro del espectro político europeo de cara a futuras elecciones.
Este hecho también recalca la línea roja que muchos partidos de derecha no están dispuestos a cruzar, marcando un límite claro ante posturas que intentan reescribir o suavizar la historia de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. La expulsión de AfD resuena como un mensaje contundente sobre los principios y valores que guiarán a las agrupaciones políticas de derecha en Europa, en un momento en que el continente enfrenta retos significativos tanto internos como externos.