En una decisión inesperada que sacudió la localidad de Campi Bisenzio, en Florencia, la multinacional británica GKN comunicó a través de un correo electrónico el despido masivo de 442 trabajadores de su planta automotriz el viernes 9 de julio de 2021. Entre éstos se encontraba Claudio, empleado durante 31 años, quien se enteró de la noticia mientras celebraba su aniversario de boda, ajeno a que su vida laboral estaba tomando un giro dramático. «No nos lo esperábamos en absoluto. Aún hay máquinas nuevas empaquetadas», compartió Claudio, reflejando la incredulidad y el impacto entre la plantilla.
La historia de la fábrica, que data desde su origen como parte de FIAT hasta su adquisición por GKN Automotive -y posteriormente por Melrose Industries- refleja una serie de transformaciones industriales y corporativas que culminaron en su cierre. La venta a Melrose en 2018 y el anuncio del cierre tres años después desató el descontento no sólo entre los empleados sino también en la comunidad política y social, evidenciando la frágil situación laboral y económica que enfrentan los trabajadores frente a decisiones corporativas de gran escala.
Sin embargo, lejos de capitular ante el cierre, los trabajadores reaccionaron formando una cooperativa con el objetivo de reconvertir la fábrica hacia la producción de bicicletas de carga y paneles solares, apostando por un proyecto ecosocial. Esta iniciativa representa una manifestación de resistencia obrera y de reinvención industrial en una era de urgente transición ecológica.
El apoyo ha sobrepasado las fronteras locales, atrayendo la solidaridad internacional y el interés de colectivos ecologistas, especialmente de Alemania. La adquisición de paneles solares mediante donaciones y el fomento de la movilidad sostenible han marcado un punto de partida hacia la autosuficiencia y la sustentabilidad. Aunado a esto, han lanzado una colecta de fondos que superó las expectativas, demostrando un amplio respaldo a su causa.
En respuesta a la adversidad empresarial y la falta de apoyo institucional concreto, la comunidad ha tomado la iniciativa con una propuesta de legislación regional que busca asegurar la financiación pública y el control social sobre el futuro de la planta. La reminiscencia de acciones históricas de autogestión en Toscana, como el caso de la fábrica Pignone, resalta la importancia del tejido social y político en la defensa de los derechos laborales y en la lucha por modelos de desarrollo sostenible.
El caso de GKN se inscribe así en un contexto más amplio de empresas recuperadas que, a través de la cooperativización, buscan redefinir el paradigma productivo hacia uno más justo y eco-friendly. Inspirados por experiencias internacionales y apoyados por redes de economía solidaria, los trabajadores de GKN encarnan una lucha contemporánea por la dignidad laboral y la sostenibilidad ambiental.
Este movimiento, sostenido por el espíritu de cooperación y solidaridad, enfrenta numerosos desafíos, desde la competencia desleal hasta la necesidad de superar las barreras del mercado capitalista. Sin embargo, la determinación mostrada por Claudio y sus compañeros refleja un compromiso con los principios de autoorganización y responsabilidad ecosocial, marcando un camino esperanzador hacia la reindustrialización verde y la democratización de la producción.