Washington atraviesa un nuevo ciclo de agitación política, tras el cierre de gobierno más prolongado en su historia. El detonante son los recientes correos filtrados de Jeffrey Epstein, que reavivan viejas sospechas sobre Donald Trump y su conexión con el financier. En esos correos, Epstein menciona que Trump “pasó horas” en su casa con una de las víctimas de su red de abusos. Los republicanos, intentando desmentir las acusaciones, publicaron 20,000 documentos de Epstein, lo que ha intensificado el escrutinio público en este escándalo que afecta profundamente al expresidente.
El contenido revelador de los correos presenta un Epstein resentido y potencialmente manipulador, insinuando que posee información comprometida sobre Trump, mientras que sus mensajes destacan la complejidad de las relaciones de poder que lo rodean. En un correo de 2011, Epstein se refiere a Trump como “el perro que no ha ladrado”, sugiriendo complicidad en silencio ante las acusaciones que lo rodean. Este renovado interés público, impulsado por los esfuerzos demócratas por desclasificar más información, recae sobre la ya frágil reputación de Trump, cuyos partidarios insisten en su inocencia.
En medio de esta tormenta, un movimiento bipartidista ha ganado tracción en el Congreso, buscando forzar la publicación de más documentos relacionados con Epstein. Con la firma de 218 representantes, la votación está programada para la próxima semana, aunque se prevé que su impacto sea limitado por las barreras legislativas y posibles veto del presidente. No obstante, este esfuerzo refleja un intento por mantener el tema en el enfoque público y presionar a los republicanos a tomar una postura ante uno de los escándalos más perjudiciales que enfrenta la administración Trump.
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