En un contexto global marcado por la incertidumbre, los desafíos geopolíticos emergen como una prueba crítica para la solidez de las alianzas internacionales y la autonomía de bloques regionales. La orientación política de Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump (2016-2020) y la compleja dinámica de la invasión a gran escala de Ucrania por Rusia han replanteado el escenario de seguridad para la Unión Europea (UE), sugiriendo la necesidad urgente de una estrategia de defensa y autonomía estratégica más robusta.
Según Marlene Wind, destacada académica y Directora del Centro de Política Europea en la Universidad de Copenhague, Europa se enfrenta a una encrucijada crucial, debatiéndose entre la pasividad y la acción frente a los retos que suponen las relaciones transatlánticas cambiantes y la agresividad geopolítica de Rusia. En declaraciones recientes durante una visita a Madrid, Wind compartió su preocupación sobre la falta de acciones concretas por parte de la UE para fortalecer su postura de seguridad y política exterior.
Wind caracteriza la situación actual como una suerte de «síndrome de Estocolmo» político en Europa respecto a Donald Trump, indicando una especie de resignación o incluso adaptación ante la posibilidad de su retorno al poder en EE.UU. A pesar de las controversias que marcaron su mandato, existe, según Wind, una peligrosa normalización de su figura, lo cual plantea riesgos significativos para la democracia y la política exterior europea.
La experta también subrayó la importancia de que la UE no pierda el sentido de urgencia en fortalecer su propia capacidad defensiva, independientemente de quién esté en el poder en Estados Unidos. La amenaza representada por Trump —y la posibilidad de una futura administración aún más polarizada— debe ser un catalizador para que Europa intensifique sus esfuerzos en materia de defensa y políticas exteriores autónomas.
La actualidad política de la UE no está exenta de retos internos, con el crecimiento de movimientos populistas y una cierta parálisis en la toma de decisiones estratégicas. Wind critica esta inacción y aboga por una Europa más firme que sea capaz de esquivar las influencias de líderes autoritarios internos, como Viktor Orbán, y de adaptarse a las nuevas realidades políticas y sociales, incluyendo las amenazas externas.
Este llamado a la acción llega en un momento en que la cohesión y la determinación política de la UE se ponen a prueba. Wind argumenta que el momento requiere de liderazgo y de medidas audaces para asegurar que Europa pueda enfrentar no solo los desafíos actuales sino también los futuros, en un mundo cada vez más complejo y volátil. La unidad, la estrategia de defensa común y una visión de futuro clara son, según la experta, esenciales para que la UE no solo sobreviva sino que se afiance como un actor global decisivo en los próximos años.