El accidente de moto en Renacer no es solo un giro dramático, sino el espejo de todas aquellas cosas que han sucedido antes. Cem, que siente un gran peso en su interior por su implicación en los hechos, se siente como si su sentimiento de responsabilidad lo estuviera consumiendo por dentro. Evren, que se siente aún debilitado por los efectos del disparo, intenta consolarlo. «No es tu culpa», le dice, pero esta vez ni siquiera él parece creerse las palabras que pronuncia.
Mientras tanto, Umay y Parla, que se han reconciliado, se sienten decepcionadas. La atención de sus padres parece concentrarse en aquellas cosas que salen mal. «¿Acaso no existimos cuando no nos dejamos llevar por este tipo de errores?», se pregunta Umay en un arranque de rabia silenciosa. Esta dinámica nociva de la relación entre padres e hijos hace evidente un problema del que poco se habla: la incapacidad de ambas familias para establecer comunicación fuera de estas crisis.
Sin embargo, la culpa no pesa únicamente en la espalda de los más jóvenes. Rengin, que alimenta la idea de que Timur la traiciona, revive sus propios demonios. Cada vez que ve a Efsun junto a él, recuerda cómo él traicionó a Bahar. «Los errores siguen siendo los mismos, pero esta vez yo soy la víctima», piensa, y mientras lo hace va tejiendo una red de sospechas que bien podría acabar convenciéndola de que destruye su relación con Timur.
El nivel de tensión en el hospital se incrementa desmesuradamente en el momento en el que Evren y Timur se enfrentan cara a cara. Evren, haciendo de guardián de Cem, arremete ferozmente contra Timur por ser un padre que brilla por su ausencia y cuyas decisiones afectan a todos y a cada uno. «Tus errores siempre los pagan otros», le espeta en un apoteósico juicio contra el ex y le aduce que las heridas del divorcio aún no han cicatrizado, por lo que no está para juego en ese momento.
En el caos de lo ocurrido, Cemre y Efe viven su propio drama. La chica, destrozada por ser la que ha quedado, descubre que su ex prometido está gravemente enfermo y le dice: «¿Por qué no me lo dijiste?». Mientras lo dice, sus ojos estallan en un torrente lacrimoso. Él, los ojos llenos de arrepentimiento, responde: «No quería que me amaras por lástima». En ese momento, el dolor y lo que se entiende por amor muestran un paralelismo tremendo.