En una decisión que marca un hito, los parlamentarios de Westminster han despenalizado el aborto en Inglaterra y Gales, dejando atrás una ley de 1861 que penalizaba a las mujeres por finalizar sus embarazos fuera del marco legal establecido. A través de esta reforma trascendental, que se llevó a cabo con discreción, ya no habrá sanciones penales para aquellas mujeres que opten por abortar por su cuenta, en las primeras etapas del embarazo, utilizando píldoras enviadas por correo.
Este cambio legislativo se produce en un momento particularmente delicado, donde la polémica sobre la muerte asistida domina los titulares y la despenalización del aborto corre el riesgo de avivar las llamas del debate público. La reacción por parte de figuras como Donald Trump y el líder de la derecha radical en Reino Unido, Nigel Farage, no se ha hecho esperar, generando una atmósfera de incertidumbre.
La controversia también abarca aspectos de la legislación anterior, como la ley de 1861 que penalizaba el autoaborto y la ley de 1967 que, bajo ciertas condiciones, permitía el aborto hasta las 24 semanas de gestación. Recientes adaptaciones han permitido el acceso a píldoras abortivas para embarazos de menos de 10 semanas, pero esto ha llevado a un preocupante aumento en el número de mujeres investigadas o arrestadas bajo la vieja legislación.
La reforma legislativa aprobada por una amplia mayoría en la Cámara de los Comunes se adentra en territorio político complejo. Por un lado, protege a las mujeres de ser procesadas por abortar; por el otro, mantiene ciertas sanciones para profesionales médicos y otros que violen la legislación relacionada con el aborto. Esta mover ha sido tanto celebrada por activistas de derechos reproductivos como criticada por aquellos que argumentan que podría llevar a un aumento de abortos tardíos y no regulados.
A nivel europeo, el debate sobre el aborto se encuentra igual de fragmentado. Mientras algunos países muestran restricciones severas, otros, como el Reino Unido con esta reforma, avanzan hacia una mayor liberalización. Sin embargo, la cuestión del «turismo del aborto» y la exportación de mujeres buscando servicios legales en otros países subraya la falta de una política coherente en Europa sobre este tema.
Así, en el contexto de un debate amplio y complejo que incluye desde la objeción de conciencia médica hasta el aumento de gobiernos de derecha en Europa y Estados Unidos, la decisión de Westminster de despenalizar el aborto representa tanto un avance significativo en los derechos reproductivos como un nuevo capítulo en el eterno debate sobre la autonomía corporal y moral.